25/1/07

Un discurso ejemplar

Jamás en mi vida había asistido a una reunión tan larga. Esto me recuerda la época de infancia de mi partido.

La sesión de una célula duraba como si dijéramos de las 6 de la tarde a las 6 de la mañana. En Neiva, la esposa de un camarada vino a pedirme consejo. Solo veía a su marido al amanecer. "Pues entre al Partido -le dije- y trasnochen juntos". Así se hizo y se volvió comunista.

Nuestro Comité Central dispuso una campaña nacional para corregir esta hipertrofia. En un pueblo, pregunté al secretario cuánto duraba una reunión de la Célula. Meditó, y me dijo: "Por ahí de cuatro a seis velas". ¿Cuántas velas habríamos gastado nosotros si la Asamblea no hubiese sido de día? No obstante, nuestro Partido avanzó mucho, y nosotros también. Cuanto nos propusimos, lo hemos dilucidado. Junto con lo principal. Que aquello que nos reúne es el ser hombres de letras. Aquí caben conservadores, liberales, socialistas y socialisteros y, desde luego, comunistas también. Alape tiene razón, cuando lo dijo. Y no más, porque son las 4 de la tarde y les ruego que me permitan descansar después de este discurso.

Nota. Al final del recorte periodístico, el poeta escribió de su puño y letra: "Este fue el discurso del Presidente Honorario, Luis Vidales, en la sesión de clausura de la II Asamblea General de la Unión Nacional de Escritores (UNE), reunida en Bogotá a fines de julio de 1982".

(Se ha corregido un error del camarada redactor de Voz Proletaria, que escribió "transnochen" en lugar de "trasnochen").

Del archivo personal de Carlos Vidales


20/1/07

Clamorosos errores

Clamorosos errores, contradicciones, omisiones e inconsecuencias

(A propósito del artículo de Maryluz Vallejo Mejía "Luis Vidales: una vida de sonoras contradicciones", Unicarta, Universidad de Cartagena, n.101, pp. 91-103, mayo de 2004).

Con casi dos años de retraso vengo a enterarme de que la Dra. Maryluz Vallejo Mejía (en adelante MVM) ha publicado un artículo sobre la contradictoria vida de Luis Vidales. Me sorprende, porque habiéndose comunicado previamente conmigo por la vía del correo electrónico para solicitarme información, que gentilmente le facilité, suponía que en Colombia se respeta la regla de cortesía académica de enviar a los informantes y personas consultadas una copia de la publicación pertinente. Veo ahora que no es así, y habiendo obtenido el texto del artículo gracias a la amabilidad y benevolencia de mi amigo Gabriel Ruiz, he procedido a leerlo con atención... y a sorprenderme otra vez.

En efecto, el artículo de la Dra. MVM contiene afirmaciones que invitan a la polémica y, por qué no decirlo, al debate apasionado: su propósito evidente es demostrar que Luis Vidales fue errático, inconsecuente, veleidoso y caprichoso en su vida personal y política.

Pese a la tentación de responder a este planteamiento, que me parece incorrecto, me daré el gusto de no entrar ni en debates ni en polémicas, limitándome a señalar los clamorosos errores y las "sonoras" contradicciones, omisiones e inconsecuencias en que ha incurrido la Dra. MVM, esperando sinceramente que mis observaciones sirvan para ajustar la perspectiva histórica y precisar los hechos.

Enumeraré por ello, sin más preámbulos, los puntos débiles e inconsistentes del artículo en cuestión, cuyo texto íntegro puede ser cotejado en la página electrónica de NTC (http://ntcblog.blogspot.com/2006_12_10_archive.html).

1- "Vidales, confeso estalinista en su momento" (p. 92). Error. Vidales fue confeso estalinista en todo momento.

2- "Una imprenta de caucho comprada en la librería de Salvador Camacho y Roldán" (p.93). Error. Se trata de Salvador Camacho Roldán, una sola persona.

3- "...en el Banco de Londres y América del Sur, donde hizo una carrera fugaz: comenzó como cajero y pronto lo nombraron jefe de contabilidad" (p. 94). ¿Qué se entiende por "fugaz"? Trabajó varios años ahí, y solamente renunció en 1926 cuando emprendió su viaje a Europa. Su carrera en el banco tuvo un ascenso rápido, pero de ninguna manera "fugaz".

4, 5, 6- "En 1927 recibió del gobierno de Abadía Méndez el nombramiento de secretario del consulado colombiano de Génova, donde permaneció ocho meses. Con estos apetecibles cargos el general intentó neutralizar los ánimos de los jóvenes intelectuales de izquierda" (p. 94). Dos errores y una omisión: El presidente Miguel Abadía Méndez (1867-1947) no era general sino abogado, hombre de letras, humanista y político. El cargo que dio a Vidales (Cónsul General en Génova) no fue para "neutralizar" a los jóvenes de izquierda, sino un favor personal solicitado por la madre de Vidales, dado que el poeta se estaba muriendo de hambre en París. Luis Vidales renunció a su cargo como protesta por la masacre de las bananeras, en 1928. Que yo sepa, es el único funcionario diplomático en la historia de Colombia que ha renunciado a su cargo para repudiar una masacre cometida por agentes del gobierno.

7- "Incluso por esos días apareció una foto del díscolo poeta dándole la mano al jefe del Estado italiano Benito Mussolini" (p.94). Omisión del contexto: "incluso por esos días" Vidales presentó sus credenciales ante el Duce y, como era obligatorio y de ceremonia, le dio la mano. Mussolini comentó: "Colombia è un bello paese de L'America Centrale..." Y Vidales inició una réplica inmediata: "Ciertamente, y supongo que también es un bello país de..." No alcanzó a terminar de decir "...América del Sur" porque un colega le dio un fuerte codazo para imponerle prudencia. Musolini captó la situación y, molesto, le dio la espalda al poeta y no le volvió a hablar. También "incluso por esos días" Vidales trabó contacto con Palmiro Togliatti, secretario general delPartido Comunista italiano.

8- "Luis Tejada, el príncipe de los cronistas que retrató varias veces a Vidales como un sapo" (p. 94). Error: no fue el cronista Luis Tejada sino el dibujante y caricaturista Ricardo Rendón quien caricaturizó a Vidales como un sapo, para molestarlo, pues mantenía con él una amistad conflictiva.

9- "Y tan elegante como Gaitán se paseaba por las calles y cafés parisinos" (p. 94). Error. Vidales fue en París un estudiante pobre, medio muerto de hambre, y sus elegancias extravagantes eran arreglos de apuros. Adoptó una facha excéntrica para disimular su pobreza con humor, obligado como estaba a mostrarse "vestido en pleno invierno con traje de verano".

10, 11- Dice que Vidales tuvo una relación con el Partido Comunista "con largas separaciones de la cúpula y disidencias hacia el liberalismo de izquierda" (p. 95). Error y mal manejo de la información: fue una sola larguísima marginación de la militancia, sin ninguna "disidencia". Su trabajo dentro del liberalismo de izquierda fue claramente una misión encomendada por el propio Partido Comunista, como Vieira lo reconoció en su momento según consta en el mismo artículo de MVM: "Según su amigo y copartidario Gilberto Vieira, al partido le pidieron candidatos para trabajar en Jornada y la directiva propuso a Vidales y a Renato Arango" (p. 96), y como se prueba por la conducta política de Vidales dentro del Partido Liberal. Y en la p. 97 cuenta MVM que lo primero que hizo Vidales al regresar a Colombia de su exilio chileno, en 1960, fue pedir la militancia en el Partido Comunista, y que Vieira le respondió: "Métete en lo más hondo del partido liberal". Aquí hay que sumar, por tanto, otro error: abierta contradicción entre lo que se sostiene en la p. 95 (disidencias) con el testimonio de Vieira en la p. 96, y la instrucción partidaria del mismo Vieira en la p. 97, lo que indica desorden y negligencia en el manejo de los apuntes que han servido de base para escribir el artículo.

12- "Pero debido a sus actos de desobediencia con el Partido y a la enemistad que mantuvo con el camarada Ignacio Torres Giraldo, el poeta fue apartado de su cargo directivo en 1934" (p. 95). ¿Cuáles fueron esas "desobediencias"? No lo dice. Lo que hubo fue una diferencia de concepciones sobre la estrategia revolucionaria. Vidales sostenía entonces que la revolución socialista podía realizarse a partir de las insurrecciones agrarias y por eso mismo organizó y llevó a efecto muchos alzamientos campesinos, que le valieron cárcel y persecuciones y que fueron el motivo fundamental de su marginación. El estalinismo (Tercera Internacional) sostenía que solamente el proletariado industrial podía ser el sujeto activo de la revolución y que no se debía dar prioridad a las luchas campesinas. A partir de las sanciones de la Tercera Internacional contra Vidales, las luchas agrarias en Colombia, iniciadas por el Partido Comunista, decayeron notablemente y Gaitán aprovechó la ocasión para dar impulso a sus Ligas Campesinas. Volvieron a tomar impulso recién en 1948, después del asesinato de Gaitán. Y en 1949, el triunfo de la revolución china, bajo la dirección de Mao Tse Tung, mostraría que las tesis de Vidales no eran tan disparatadas.

13- "En esos años Vidales se volvió Lopista" (p. 96). Grave omisión del contexto histórico y político. No dice cuáles fueron "esos años". El apoyo comunista a la candidatura de Alfonso López Pumarejo para las elecciones de 1942 fue decidido por la Tercera Internacional a mediados de 1941, al producirse la agresión nazi contra la Unión Soviética. La Segunda Guerra Mundial estaba en su apogeo. La Unión Soviética se hallaba destrozada y al borde del colapso a causa del feroz ataque hitleriano. La Tercera Internacional, a través de su Comintern, impartió órdenes perentorias a todos los partidos comunistas del mundo capitalista, para que apoyaran a los líderes democráticos que pudieran garantizar una lucha eficaz contra el fascismo y el nazismo. Estas instrucciones se cumplieron en el mundo entero, hasta el extremo de que, por ejemplo, en Argentina, los comunistas entraron en la Alianza Democrática con todos los partidos (incluidos los ultraconservadores) para enfrentarse a Perón (sin éxito). En Colombia, el Partido Liberal estaba dividido y no podía decidir si el candidato oficial sería Alfonso López Pumarejo (progresista) o Carlos Arango Vélez (derechista). El jefe conservador, Laureano Gómez, en abierta intromisión en los asuntos internos del liberalismo, declaró su apoyo a Carlos Arango Vélez. Entonces el país entero se electrizó, el pueblo "se volvió Lopista" y los resultados fueron estos: López (liberal), 673.169 votos; Arango Vélez (oligarquía liberal-conservadora), 474.637 votos. Pese a la división liberal, las fuerzas progresistas del país lograron derrotar al candidato de la reacción. Es en este contexto histórico y político que Luis Vidales, fiel a las directivas de la Tercera Internacional, apoyó la candidatura de López, lo que de ninguna manera significa que "se volvió Lopista".

14- "... en 1946 votó por Gabriel Turbay, a pesar de ser tan amigo de Jorge Eliécer Gaitán, quien representaba la disidencia del liberalismo" (p. 96). Otro error por omisión de contexto histórico y político. Vidales era comunista, no votaba por amistad sino por disciplina política. Gabriel Turbay era el jefe único del liberalismo. La Segunda Guerra Mundial había terminado, se iniciaba la Guerra Fría con la enunciación de la Doctrina Truman. El Partido Comunista colombiano libraba una feroz lucha contra el duranismo y el browderismo. Se decidió entonces apoyar al candidato oficial del liberalismo (Gabriel Turbay) y aconsejar a Gaitán que no dividiera las fuerzas populares y democráticas. Gaitán desoyó el consejo. Los resultados de las elecciones de 1946 mostraron cuán errónea había sido la táctica divisionista: Mariano Ospina Pérez (conservador), 565.939; Gabriel Turbay (liberal, candidato oficial), 441.199; Jorge Eliécer Gaitán (liberal disidente) 358.957. El país está pagando todavía las terribles consecuencias de esta división. Es interesante constatar que José Luis Díaz-Granados, si hemos de creer en la versión que ofrece MVM (p. 96), marxista y amigo de Vidales, tampoco parece entender el contexto histórico y político en que el Partido Comunista (no solamente Luis Vidales) decidió el apoyo a Gabriel Turbay.

15, 16- "Justamente durante el régimen de Laureano Gómez se desató una persecusión política que le costó a Luis Vidales, en 1951, la expulsión de la Universidad Nacional" (p. 96). Dos errores: primero, no se escribe "persecusión" sino persecución; segundo, Luis Vidales fue destituido por el señor Designado Roberto Urdaneta Arbeláez. Si bien Vidales y Laureano Gómez se odiaban políticamente, no fue Laureano quien destituyó a Vidales. Por otra parte, esto no ocurrió porque se hubiera desatado "una persecusión política", sino porque Colombia vivía el período histórico conocido como La Violencia, o La Guerra Civil No Declarada, período muy conocido y muy estudiado, que costó la vida a cientos de miles de colombianos y que se inició en 1946, bajo el régimen de Mariano Ospina Pérez, y terminó en 1954, con el programa de pacificación implementado por el presidente de facto Gustavo Rojas Pinilla.

17- "Y un año después [o sea en 1952], durante el régimen del general Rojas Pinilla, empezó a sentirse perseguido como funcionario público" (p. 96). Grave error: Gustavo Rojas Pinilla no estaba en el poder en 1952, pues su célebre "golpe de opinión" se realizó el 13 de junio de 1953, y para esas fechas Vidales y su familia ya llevaban varios meses de residencia en Chile, como asilados políticos. Para Rojas Pinilla hubiera sido un poquito difícil perseguir al comunista Vidales pues en ese año el general se encontraba en Corea, matando comunistas como jefe delBatallón Colombia y con un grado inferior: Teniente General.

18- "Entonces se le presentó la oportunidad de irse al exilio argentino pero terminó sentando sus reales en Chile porque le ofrecieron [¿qué?] como asesor técnico en la Oficina Nacional de Estadística" (p.96). Omisión de datos esenciales para entender a Luis Vidales. Como jefe de Publicidad y Propaganda de los Censos Nacionales, cumplió a cabalidad su misión hasta la realización del censo de 1953. Solamente entonces renunció a su cargo. El presidente argentino Juan Domingo Perón le había ofrecido asilo y un empleo público, que en principio aceptó. Pero al entrar en territorio chileno con su familia (por Arica, en la frontera con el Perú), recibió un telegrama del presidente chileno Carlos Ibáñez de Campo, en el cual le ofrecía asilo inmediato y un cargo en la Oficina Nacional de Estadísticas. La familia Vidales viajó, pues, a Santiago, y en el aeropuerto esperaban al pie de la escalerilla del avión, los edecanes militares del presidente (al lado derecho) y varios miembros del Comité Central del Partido Comunista chileno (al lado izquierdo). Que los comunistas de más alto rango arriesgaran su seguridad para esperar a Luis Vidales (el PC era entonces ilegal y clandestino en Chile), es un dato muy elocuente y confirma que Vidales era hombre de la más alta confianza del comunismo internacional. Entre los comunistas que esperaban a Vidales en el aeropuerto de Cerrillos se encontraba el ensayista y novelista Volodia Teitelboim, quien había pasado largos meses en un campo de concentración en Pisagua, bajo la vigilancia de un coronel que llegaría a ser muy conocido en el mundo entero: Augusto Pinochet.

19, 20, 21- "En este periplo chileno estrechó su amistad con Pablo Neruda, a quien había conocido en París, y con Salvador Allende. Quizá la cercanía con el mandatario democrático lo llevó a hurgar en la vida de Juan Antonio Ríos, un presidente liberal de quien escribió una extensa biografía, todavía inédita." " la (p. 96). Tres errores: primero, Salvador Allende era senador por el Partido Socialista de Chile, y a los parlamentarios no se les da el calificativo de "mandatarios" aunque en rigor hayan recibido un mandato; segundo, Juan Antonio Ríos no fue presidente "liberal" sino miembro y dirigente del Partido Radical, elegido en 1942 presidente de la república por el Frente Popular (socialistas, radicales, comunistas e independientes), precisamente según la estrategia de la Tercera Internacional que ya he mencionado a propósito de la elección de López Pumarejo en Colombia (tanto Ríos como López Pumarejo declararon la guerra contra el Eje); y tercero, Vidales tomó la decisión de escribir la biografía de Ríos, no por la "cercanía" con nadie, sino porque se había abierto un concurso para ello y el poeta exiliado necesitaba el dinero, pues el sueldo era muy bajo y todos los recursos se habían ido en la compra de una vivienda. Vidales ganó el concurso y el dinero, pero las presiones de la familia Alessandri, enemiga de Ríos, impidieron la publicación de la obra, cuyo original inédito se encuentra en mi poder.

22- Hablando de los dos hijos mayores de Vidales, dice: "Carlos y Luz pertenecían al partido socialista y durante el golpe militar a Allende les bombardearon la casa y tuvieron que esconderse en la Embajada de Colombia." (pp. 96-97) Error. No nos bombardearon la casa, sino el lugar de trabajo, porque trabajábamos en el Palacio Presidencial (La Moneda), con Salvador Allende. Y nos buscaban para fusilarnos.

23, 24- "En estos años [después del exilio chileno] también estrechó Vidales su amistad con la colonia judía y sirvió de traductor para dos libros: Yo vi crecer un país, de Simón Guberek, su amigo y benefactor y Gentes en la Noria, del olvidado escritor Salomón Brainski..." Error y confusión. El libro de relatos Gentes en la Noria, fue presentado por Luis Vidales en el suplemento dominical de El Tiempo, de Bogotá, el domingo 8 de marzo de 1942 (páginas 1 y 2), muchos años antes del exilio chileno del poeta. La obra se publicó en Buenos Aires en 1945 (Editorial Judaica). El libro del polaco-judío Guberek Yo ví crecer un país fue publicado efectivamente en 1974, después del exilio chileno de Vidales. Pero Vidales fue protector de los judíos perseguidos por el nazismo ya en la década de 1930 y en nuestra casa recibieron asilo y hospitalidad muchos de ellos. Por eso mismo, la colonia judía siempre fue generosa con nosotros en los días difíciles de Chile, lo que no nos ha impedido ser críticos ante la política del Estado de Israel. MVM dice que después del exilio chileno de Vidales (o sea después de 1960) eran "los tiempos de la lucha contra el socialnacionalismo y los miembros del partido comunista se sintieron solidarios con la causa de los judíos perseguidos." (p. 97). Grave error histórico: el período de la lucha contra el nacionalsocialismo abarca las décadas de 1930 y 1940 principalmente.

1978 25- Viene hablando de la detención de Vidales en 1979 y dice enseguida: "En ese mismo año de 1978 el periodista Isaías Peña Gutiérrez llevó a La Habana para su publicación La Obreríada" (p. 97). Error de desorden en los apuntes. 1979 no puede ser nunca "ese mismo año de 1978". La Obreríada, que es en realidad una antología de poemas de diversas épocas, se publicó en La Habana en agosto de 1978 y ya circulaba en Colombia cuando el general Vega Uribe, asesorado por los caballos de la Escuela de Caballería, ordenó el allanamiento y detención contra el poeta.

26- "...un gran critico de arte y un maestro con mucho ascendente entre la juventud." (p. 98). Error. Querrá decir ascendiente (predominio moral e influencia), porque ascendente es el que asciende, y a Luis Vidales nunca le interesó el alpinismo.

27- "Pero lo cierto es que este comunista convencido hasta la médula disfrutaba de la vida burguesa." (p. 98). Grave error. No tuvo automóvil ni acciones capitalistas, ni miró nunca las oscilaciones de la Bolsa de Valores, ni tuvo fábricas ni empresas ni empleados ni obreros ni vivió de la plusvalía. Fue austero. Le gustaba el whisky pero bebía del más barato o, lo que era muy frecuente, el que le obsequiaban los amigos. Fumaba cigarrillos ingleses, que costaban lo mismo que mis Lucky Strike. Le gustaba la buena mesa, pero comía en muy pequeñas cantidades. No tuvo jamás casa de campo, ni piscina. Su mayor tesoro fue su biblioteca y, a diferencia de los burgueses, tenía su biblioteca dentro de la cabeza, no solamente en los estantes.

28- "Viajó cuanto quiso por el mundo, su pasión desde joven." (p. 98). Falso. Nunca viajó por placer. Viajó a estudiar a Francia en 1926. Recorrió Europa como estudiante pobre, buscando conocimientos. Visitó Brasil en misión periodística a mediados de la década de 1940. Viajó a Chile como exiliado y perseguido, en 1953. Viajó a la Unión Soviética y a los países de Europa Oriental con viajes pagados por su Partido, en misiones políticas. Viajó a la China en 1950, para representar a Colombia en el Congreso Mundial por la Paz, con pasajes pagados por su Partido. Viajó a Moscú en 1954 para participar en el Congreso de Escritores Soviéticos, con pasaje pagado por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Las únicas vacaciones que se tomó en su vida fueron: una semana en el Golfo de Morrosquillo en 1950; una semana (conmigo) en la Laguna de Tota en 1951; una semana en un pueblo del Valle Central de Chile, en 1959, junto con los hijos menores; y un tratamiento médico de dos meses en Turcmenia o Turkmenistán (no Turmenia) y en el Mar Negro, en la década de 1980, pagado por su Partido.

29- "Lo curioso es que nunca viajó acompañado de su esposa en estos viajes de camaradas." (p. 99). Inconsecuencia. Antes era "vida burguesa", ahora son "viajes de camaradas". Y si son viajes de Partido, no es de ninguna manera curioso que la esposa no lo acompañe. Sin embargo, puedo dar testimonio de que ella nunca quiso ser militante activa del Partido Comunista ni participar de esos viajes, aunque ideológicamente fue siempre solidaria con su compañero.

30- "...incluso se fue al exilio chileno con un buen cargo diplomático, salvoconductos y dinero suficiente." (p. 99). Falsedad. ¿Cuál cargo diplomático? ¿Quién se lo dio? El supuesto general Rojas Pinilla, que no era general sino teniente general, y que no estaba en el poder cuando Vidales se fue al exilio, a pesar de lo que afirma MVM (p. 96), y por lo tanto no podía hacer al poeta objeto de "persecusión" ni de persecución, y mucho menos darle "un buen cargo diplomático"? La familia Vidales salió de Colombia con los pocos ahorros del poeta y con el dinero que su esposa obtuvo con la venta de su casa de Los Mártires, antigua herencia de su padre, Aristídes Rivera. Todo investigador está obligado a comprobar sus informaciones cuando son del calibre de las que estoy comentando, para evitarse juicios por calumnia, o por lo menos para evitarse el epíteto de pésimo investigador.

31, 32- "Este confeso burgués no pasó pues la afugias del proletariado". (p. 99). Cita falsa. "Confeso" significa que ha confesado. ¿Cuándo confesó Luis Vidales ser un burgués? Por otra parte, no encuentro la palabra "afugia" en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, ni en el Diccionario Panhispánico de Dudas, ni en el Tesoro de la Lengua Española (69 diccionarios desde 1495 hasta nuestros días) ni en el Corpus del Español (100 millones de entradas desde el siglo XI hasta nuestros días). Aparece 242 veces en internet, siempre en textos colombianos y una vez en un estudio sobre la lengua de Samoa. La única definición (indirecta) encontrada dice: "Agite: colombianismo que significa lo mismo que atafago y es pariente cercano de la afugia y del despelote. Si quiere más detalles, escríbame a olmuser@gmail.com. Con gusto le aclaro el significado." No me parece, pues, un vocablo destinado a mejorar el nivel de un trabajo universitario, a menos que se trate de un estudio sobre el slang o el argot.

33, 34- "Y aunque sus casas siempre estuvieron decoradas de forma austera y no tuvo mayores apegos materiales, dicen que no se recuperó nunca del robo de su colección de pipas traídas de todo el mundo." (p. 99). Inconscuencia y falta de rigor. Antes "disfrutaba de la vida burguesa" (p. 98) y era un "confeso burgués" (p. 99). Ahora resulta que "no tuvo mayores apegos materiales". La formulación "dicen que" sin indicar la fuente, es ajena al nivel de un trabajo universitario. La famosa colección de pipas es un mito: Jamás tuvo más de cinco pipas: dos francesas, una italiana y dos inglesas.

35- "Carlos Vidales, el hijo mayor ex-militante del M 19 y residenciado desde 1982 en Suecia" (p. 100). Falso. Yo estoy "residenciado en Suecia" desde el día 2 de octubre de 1980. La fecha es importante, porque los servicios de "inteligencia" colombianos han querido involucrarme en un crimen cometido en 1981 en Colombia. Les salió el tiro por la culata, porque mi presencia en Suecia está documentada por la misma policía sueca.

36- "La hija mayor, Luz, que también da clases de literatura en la Universidad de Estocolmo..." (p.100). Error. Luz no da clases de literatura en la Universidad de Estocolmo.

38- "... y su nieta favorita Pauline" (p.100). Error. Se llama Paulette.

39- "Vidales era un hombre extremadamente machista, que ya en algunos de sus escritos de juventud dejaba perfilar cierta misoginia, como cuando comenta que las mujeres solteras constituyen un desperdicio porque su única función en el mundo es la de parir hijos." (p. 100). Tergiversación. ¿Dónde está la cita exacta? Vidales ironiza sobre la concepción burguesa de la mujer, no está diciendo que esa es su concepción. En cambio dice, textualmente: "Todo el gran misterio de la mujer consiste en que el hombre la cree de naturaleza distinta a la suya" (Suenan Timbres, 2a. ed, Colcultura, 1976, p. 184). Y dice también: "Si comprendiéramos que el hombre sólo se escucha a sí mismo, nos alarmaríamos de la soledad universal" (Ibid., p. 186). Y en el poema "Auto-semblanza", ironizando sobre la idea burguesa de que las mujeres son simples "jugueticos" que nos dio "El Señor", le pide a este Señor (irónicamente, porque el poeta es ateo) que le mande uno de esos jugueticos "para hablar de cosas razonables" (Ibid., pp. 104-105). A Vidales le encantaban las mujeres intelectuales y se pasaba horas conversando con ellas sobre temas de filosofía, literatura, historia y cultura en general. En una entrevista de 1990 con José Luis Díaz-Granados, pocos meses antes de su muerte, dijo: "El machismo comenzó cuando inventaron que Dios era hombre".

40- Refiriéndose a la esposa de Luis Vidales dice: "Recién casados, a Paulina, que tenía talento para el piano, le ofrecieron tocar en una emisora, pero él no la dejó porque su lugar era la casa." (p. 100). Tergiversación y falsedad. Paulina Rivera de Vidales dio clases de piano durante algunos años después de casada. Tuvo una activa vida social. Asociada con su hermana Valentina siguió un curso de mecánica dental y entre las dos arreglaron las dentaduras de todas las monjitas del Colegio de la Enseñanza, dejándolas con unas radiantes sonrisas de caballo y ganando, de paso, una pequeña fortuna. Estudió repujado del cuero con los Hermanos Maristas y además de hacer ella misma el suntuoso juego de comedor de nuestra casa, con reproducciones repujadas de Picasso y de Mattisse, hizo muebles igualmente magníficos para otros clientes de dinero. También en sociedad con Valentina modeló, durante años, bellas y diminutas muñequitas de algodón para usar como prendedores, que se vendían muy bien en los almacenes elegantes de Bogotá. En Chile participó en cursos de artesanía en textiles y en cerámica, hizo arreglos florales, practicó el yoga. Salía con mucha frecuencia de la casa, iba al cine con las amigas o las hermanas, asistía a conciertos, visitaba museos y exposiciones. Hizo sola dos viajes a la Argentina y Uruguay, y en compañía de una amiga realizó un largo viaje por Europa (España, Francia, Italia, Austria, Checoslovaquia, Polonia, Hungría). Fue cómplice de los hijos menores en sus artesanías de cerámica, sus pinturas, sus textiles. Escribió algunos cuentos (dos de los cuales se publicaron en Chile). Mientras vivimos en Colombia, antes del exilio chileno, tuvimos siempre empleadas domésticas y mi madre nunca tuvo que preparar comidas o hacer limpiezas. Durante el exilio chileno fuimos mi hermana mayor y yo quienes nos ocupamos de la mayoría de los quehaceres domésticos. Mi madre era inteligente, culta y completamente fiel a mi padre, pero de ninguna manera tenía un "temperamento tranquilo y resignado", y definitivamente no pensaba que "su lugar era la casa".

41, 42- "Aunque se declaraba un enamorado de las mujeres, y tuvo muchas amigas en su vida, prefería fantasear con ellas. Siempre fiel a la causa, se dice que no tuvo amantes porque el comunismo sólo toleraba la monogamia y tampoco aprobaba las separaciones y divorcios." (p. 101). Falsedad y tergiversación. No prefería "fantasear", prefería hablar con ellas de cosas razonables, porque se negaba a ver a la mujer como un simple objeto sexual, las quería como interlocutoras, con su propio cerebro y su propia personalidad. No tuvo amantes porque era monógamo, de la misma manera natural en que lo son los leones o los halcones, y de la misma manera natural en que otros hombres son polígamos. Por eso, a diferencia de esos hombres, Vidales tuvo verdaderas amigas, fenómeno que no cabe en el cerebro de muchos colombianos.

43- "A los que sí adoraba era a los animales, especialmente a los gatos y a su perrita pequinesa." (p. 101). Error. No era perrita, era perrito y se llamaba Yuri.

44- "Igual admiraba a Maquiavelo, cuyos maquiavélicos principios exaltó en un extenso ensayo." (p. 101). Insinuación mañosa. ¿Cuáles son esos maquiavélicos principios que Vidales exaltó? ¿Qué dijo Vidales en su "Defensa de Maquiavelo" (Notas para un juicio, Revista de las Indias, No. 8, agosto de 1939, pp. 30-52)? MVM omite esta información y deja al lector a merced de sus propios prejuicios contra Maquiavelo, el genio político más satanizado en la historia de Occidente. Lo que Vidales hace es, precisamente, intentar demostrar que esos prejuicios antimaquiavélicos son infundados, irracionales, monacales, clericales. En un suplemento dominical de El Tiempo (23 de junio de 1940), se publicó otro ensayo de Vidales titulado "De Nicolás maquiavelo a los Dictadores Totalitarios". En él dice: "Maquiavelo surge hoy en todo el señorío de su pensamiento, como el mayor racionalista de una era que todavía conservaba en sus entrañas la ausencia de espíritu crítico de la Edad Media". Y comentando la obra del genio florentino, dice que es "el análisis histórico más desprovisto de prejuicios que se haya conocido". Luis Vidales es el primer pensador colombiano que llama la atención sobre la revolución intelectual que Maquiavelo encarna, como ideólogo del racionalismo científico frente al dogmatismo medieval, es decir, como el pensador que proclama que el arte de la política es el resultado de un proceso intelectual, de cálculos racionales, no el fruto de los caprichos de algún Dios. Por esos mismos años, el genio admirable de Antonio Gramsci escribía lo mismo en sus cuadernos de la cárcel, y se da el caso de que Vidales, en la aldea monacal y cretina de Bogotá, coincidía con Gramsci sin haber tenido la posibilidad de comunicarse con él (los textos gramscianos se publicaron recién en 1949, bajo el título Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo Stato moderno, por la ed. Einaudi). Colombia debería sentirse orgullosa de haber parido un intelectual como Luis Vidales, en lugar de seguir arropando prejuicios mezquinos bajo las sotanas de los curas.

45- "Otra de sus grandes contradicciones la encontramos en el prólogo que escribió del libro Los Años veinte en Colombia, de Carlos Uribe Celis (1985). En su análisis se aprecia la enorme importancia que concedió Vidales, como estudioso de la ciencia económica, a la Misión Kemmerer, de 1923, que para él fue el punto de partida de la transformación del país de la etapa pastoril del siglo XIX al XX. Considera Vidales que los dos cambios dramáticos del siglo fueron esta misión y el Frente Nacional en 1958, lo que resulta paradójico, dada su postura de izquierda. No hay que olvidar que la misión Kemmerer, que aconsejó la creación de un banco estatal para la emisión monetaria, también fue duramente criticada por su orientación capitalista." (p. 102). MVM muestra aquí una incomprensión absoluta de las categorías marxistas. Los marxistas apoyan el desarrollo capitalista contra el feudalismo y la sociedad semicolonial, y apoyan al socialismo contra el capitalismo. La misión Kemmerer impulsó el país hacia adelante, en contra de la Colombia semifeudal y semicolonial, y creó las condiciones para el desarrollo de un proletariado moderno, sin el cual no hay revolución socialista posible (al menos, según la ecuación de la Tercera Internacional).

46- "A León de Greiff a veces lo criticaba fuertemente y otras lo admiraba." (p. 102). Confusión torpe. Lo quería y lo admiraba como amigo leal y sincero. Pero no compartía sus criterios poéticos.

47- "Al periodista Osorio Lizarazo siempre lo consideró un resentido social y no le perdonó su colaboración con la dictadura de Trujillo, aunque fue muy generoso en sus juicios críticos sobre la novela Casa de vecindad." (p. 102). Lo uno no impide lo otro, aquí no hay ninguna contradicción. Osorio Lizarazo era un buen escritor. Vidales fue también muy generoso cuando Osorio Lizarazo llegó a Chile, huyendo de Trujillo, después de haber sido su lacayo. Mi padre me lo explicó así: "A un desterrado hay que darle la oportunidad de que se redima de sus errores pasados y aliviarle su tragedia, porque el destierro es un infierno". Y de verdad, Osorio Lizarazo sufría un verdadero infierno de vergüenza, rechazado por todos, aislado y en la pobreza.

Conclusión

Cuarenta y siete errores, omisiones e inconsecuencias en un texto de setenta párrafos, nos dan la bonita cifra promedio de un error por cada párrafo y medio (1,489). Por lo menos cinco de esos errores son muy graves, especialmente las omisiones del contexto histórico, político y social. Muy significativo es el hecho de que solamente uno de los cuarenta y siete errores puede considerarse "en beneficio" de Luis Vidales (cuando dice que el poeta fue estalinista "en su momento"). La norma del artículo es que los errores, omisiones e inconsecuencias están claramente parcializados en perjuicio del poeta.

La autora confunde presidentes, años y lugares. Da el título de general a un presidente civil, trata a una de las más ilustres figuras históricas del liberalismo como si fueran dos personas, ignora la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, hace afirmaciones sobre la vida íntima de las personas con la formulación "dicen que..." y sin citar fuentes, no sabe distinguir entre el cronista Tejada y el dibujante Rendón, sostiene que Vidales salió al exilio perseguido y al mismo tiempo "con un buen cargo diplomático", trivializa el período histórico de La Violencia con la fórmula "se desató una persecusión" [sic], afirma que Vidales era un "confeso burgués" que "disfrutaba de la vida burguesa", y acto seguido informa que "no tuvo mayores apegos materiales", confunde "fugaz" con "rápido", "marginación" con "disidencia" y "ascendiente" con "ascendente", ignora la diferencia entre la amistad y los principios, y no puede distinguir entre la estimación personal y el juicio literario crítico. Por tales razones, siempre estará condenada a considerar como una contradicción "sonora" (¿querrá decir "clamorosa"?) el hecho de que un marxista vote por convicción ideológica y táctica política, y no por amistad; y tampoco podrá entender jamás que admire y quiera a un amigo, aunque al mismo tiempo critique su literatura o su poesía. En suma, lo que el artículo de MVM pone de manifiesto no son las debilidades o inconsecuencias de Luis Vidales, sino las de la autora del texto.

Carlos Vidales
Estocolmo, enero de 2007

19/1/07

Cómo nos hicimos comunistas

Luis Vidales
(Bogotá, noviembre de 1945)

Publicado en el semanario "Sábado", 10 de noviembre de 1945. Reproducido en la revista Folios, Universidad de Antioquia.

Por el año 20 el único café que existía en Bogotá era el Windsor. Era aquel un típico café de una ciudad feudal. Así como no existía sino un café, sólo había tres bancos, El Colombia, El Central y El Bogotá. La capital era una aldea. La chistera y el levitón no habían aún desaparecido. Las mujeres usaban la mantilla y no había para que pensar en que alguna, así fuese la más innovadora, tocase su cabeza con la pastora que vino después a complementar la nueva silueta femenina. Vestir de color hubiese sido un signo de rastacuerismo; todo el mundo se ataviaba de negro. El tranvía de mulas, con su tintineo, su tropel de cascos y los silbidos característicos del postillón, pasaba por la Calle Real como una verdadera arriería metida entre rieles. La plaza de Bolívar, todavía empedrada, era la estación principal de los coches de punto. Allí, sobre el pescante de las victorias y las berlinas, los cocheros, de chistera y casaca, cabeceaban con sus largos látigos en la mano, como practicando el rito de una pesca imposible, según decía Tejada. No había entonces un sólo automóvil de servicio público. En la calle 13, entre carreras 7ª y 3ª, entre el Windsor y el caserón colonial de los correos, los chalanes hacían caracolear los magníficos caballos traídos de las haciendas de la sabana. Aquel trayecto de ochenta metros escasos era lo que hoy es la esquina de la carrera octava con la calle catorce. El vértice de la vida bursátil. Sólo que entonces no había bolsa negra. Todos los negocios de la economía de aquel tiempo (venta de bestias, de cosechas, transacciones de índole campestre) tenían su mercado libre en este sector. Y en el Windsor, naturalmente, se festejaba el cierre de los negocios. Generalmente, en torno al café tinto, al que tanto le debe la economía nacional, se verificaban estos lazos de unión que luego se sellaban con el famoso brandy Hennessy tres estrellas, compañero de los triunfos durante las guerras civiles en Colombia. Era el licor chic, en todas nuestras aldeas. El whisky no había aparecido todavía.

En aquel ambiente del Windsor, al lado de los hacendados y los negociantes comenzó a aparecer un nuevo tipo de hombres. Empezaron a ocupar diariamente las mesitas, sin acuerdo previo, sin una reunión anterior por medio de la cual se declarara fundada con estatutos y reglamento, la nueva generación colombiana. Iban apareciendo allí nuevas caras, trayendo el aporte de su propio mensaje, y sin saberse cómo ni cuándo quedó establecida una nueva generación colombiana, sin mensajes ni manifiesto al país, movida indudablemente por la misma fuerza espontánea que le quitaba al país su cáscara del siglo XIX y lo incorporaba, al transformarlo en el XX, que llegaba retrasado a Colombia, en todos los órdenes.

Indudablemente, algunos factores que nada tenían que ver con la transformación que se operaba en Colombia, contribuyeron a aproximarnos unos a otros. Carlos Pellicer, el poeta mexicano, había sido enviado a estudiar en Colombia por la federación de estudiantes de México, en un rasgo de aproximación americanista, que por supuesto a nosotros se nos hacía insólito y que quedó sin reciprocidad como era lógico que ocurriera en el ambiente de un gobierno conservador que ni siquiera se dio cuenta de la presencia de Pellicer. Entre los estudiantes desorganizados y sin aspiraciones, el significado de la presencia de Pellicer entre nosotros pasó igualmente inadvertido, de modo que su misión tuvo su cabal cumplimiento entre los grupos de intelectuales que por entonces comenzaban a aparecer en Colombia. Pellicer, naturalmente no nos influenciaba con su poesía porque él se hallaba en el mismo período de iniciación que nosotros. Pero sus habitaciones, en el tercer piso del edificio Liévano, fueron antes que el Windsor, nuestro lugar de reunión habitual, cuando Tejada aún no había llegado a la capital. Allí sellamos amistad con León de Greiff, Rafael Maya y Rafael Jaramillo Arango, que ya tenían obra y habían publicado versos. Con Germán Pardo García, Pérez Amaya y Octavio Amórtegui. Con José Enrique Gaviria y Alejandro Navas, Rafael Vásquez, José Silva y yo íbamos ligados por una indisoluble amistad. De esa misma época data la amistad de algunos de nosotros con el poeta Eduardo López, que ya por entonces había escrito unos de sus más populares versos. Eduardo López editaba por esa época su famosa e insuperable obra "Almanaque de los hechos colombianos", que recogía en no menos de dos mil páginas un verdadero compendio de la república en todas sus actividades. Y allí nos publicó Eduardo López a Rafael Vásquez y a mí nuestras primeras producciones poéticas. Era aquel para mí un período primerizo en que difícilmente me debatía con la influencia parnasiana. Recuerdo que mi publicación en el "Almanaque" era un soneto alejandrino intitulado "Cleopatra", en el cual, como es lógico, figuraban la trirreme y Marco Antonio, y en el que sostenía muy heredianamente, que las palmas de la mano de la egipcia llevaban en la M la inicial del amante latino.


Tejada llegó a Bogotá ya bien avanzados los fenómenos que nos arrojaban por los caminos de una nueva promoción de literatos y artistas, aunque es bueno advertir que esos profundos hechos no nos dábamos cuenta, y sólo ahora se nos presentan con la claridad que jamás tuvieron para nosotros. Nada sabíamos de la conexión existente entre el palpitar angustioso del mundo de la postguerra y nuestra aparición en la escena colombiana. Aún hoy mismo no ha sido estudiado en qué forma aquel período de ansiedad universal vino a perturbar la tranquilidad de muerte de la vida nacional, arremansada en siglos pretéritos. Aún hoy mismo no se han analizado esos resortes ocultos que sacaron al país de su marasmo y lo colocaron desde entonces en la línea de progreso que lo llevó a la transformación política del año 30. Pero nosotros (hoy lo comprendemos) veníamos como nuncios de esos hechos. Fuimos la generación, que a pesar de carecer del idioma político apropiado, vaticinamos con nuestra sola actitud de iconoclasticismo literario la ruina de la hegemonía. Quizá ninguno de nosotros hubiera podido explicar en qué momento los fenómenos de la postguerra nos colocaban ante una tarea, que solamente podíamos resolver en el campo estrictamente literario.


A raíz de la clausura de la guerra, el país adquirió como otros, una importancia de mercado para el reinicio de la producción industrial de los pueblos avanzados que necesitaban expandir su radio de acción económica, en previsión de la crisis, que al fin llegó, señalada por vastos sobrantes de mercancías. Fue entonces cuando llegaron, en equipos de ferrocarriles y en instrumental para carreteras, no menos que en pianolas, en ortofónicas y en toda clase de chucherías, los veinticinco millones de indemnización por Panamá. Fue entonces cuando se abrieron infinidad de bancos y algunas de las principales industrias, especialmente las textiles. El país se puso en marcha. La actividad nacional se multiplicó y se diversificó. El trabajo tomó nuevos cauces de infinidad de labriegos convertidos en peones de carretera y de ferrocarril comenzaron a buscar en las ciudades las oportunidades de absorción de su trabajo atraídos por los salarios urbanos y ya para siempre zafados de la órbita del campo que eternamente los había constreñido a salarios de hambre. Los problemas sociales comenzaron a cobrar volumen en el país. La intranquilidad social, las huelgas, iniciaron su labor invisible de socavamiento del viejo angarillaje feudal de la hegemonía. Con todas las dificultades presentadas por las circunstancias; con la inmadurez de nuestros procesos acumulativos; con las limitaciones e interferencias que se quiera, pero allí había ya dos economías en pugna, la una gastada e incapaz de la campiña, y la otra más avanzada, más liberal, en las ciudades y en las obras públicas. Y ese fue, indudablemente, el telón de fondo sobre el cual se proyectó la actividad de nuestra generación, la misma que ahora está llegando al poder.


Cuando Tejada vino a Bogotá, ya traía ese característico sello de vagabundaje que lo hacía pasar absorto, por la Calle Real, como si en vez de casas y gente hubiera allí palmeras, y en vez de Calle Real hubiese allí un camino real. Era un hombre rodeado de paisaje por todos los lados, y en sus ademanes y en su andar se sentía la presencia de parajes arbolados y rumorantes ríos. Ya por entonces Tejada tenía ese chaplinismo inconfundible de hombre que había pasado por muchos apuros y por muchos horizontes. Iba siempre con los pantalones de pasar el río. Cuando yo le conocí, ya era el expulsado de la Normal de Medellín, ya había sido polizón en los barcos del río Magdalena, ya había escrito sus "Gotas de Tinta" en algún periódico de la capital antioqueña, ya había estado de aventura y bronca por la Costa Atlántica y ya había visto la llamita fulgurante de los revólveres rastrillados en la oscuridad de la noche, de que habló después en una de sus crónicas. Ya estaba instalado en "El Espectador" de Bogotá, ya había descubierto el calor de los periódicos, que recomendó siempre como lecho insustituible para el abrigo nocturno, y ya había hecho el invento de los cigarros de hojas de eucaliptus, que elaboraba bajo los árboles del parque del Centenario, y que fumaba con delectante y ensoñadora actitud, sosteniendo que todo estaba en la naturaleza al alcance de la mano y que era absurdo creer que se necesitaba dinero para vivir. Ya era el filósofo y el teórico de todas las cosas habidas y por haber que fue la característica central de Tejada.


Confieso que cuando le ví la primera vez sentí cierta repulsión hacia su facha estrambótica. Iba arrebujado en un abrigo negro, con el brazo izquierdo colgado de un pañuelo, también negro, de cuyo trapecio salía, no una mano, sino un atado de trapos. El gran tirolés negro, tragado hasta los ojos, no conseguía cubrir del todo los vendajes que le ceñían la frente y le cruzaban el ojo izquierdo. Acababa de salir de la clínica. Unos carniceros lo habían atacado una noche de juerga, por haberse interpuesto para defender a un amigo, y lo habían dejado tendido en el suelo, completamente tasajeado a cuchillo. Jamás se le oyó la menor recriminación contra sus amigos ni contra sus atacantes.


Al día siguiente de mi primer encuentro con él, estaba yo sentado a mi mesa en el Windsor, cuando vi entrar a Tejada. Pensé que la presentación fugacísima del día anterior y mi ninguna prestancia intelectual pues yo estaba inédito y él no conocía mis versos, no le permitirían saludarme con deferencia, y fingí no verlo. Pero Tejada se llegó hasta mi mesa y me saludó con el cariño y la familiaridad más asombrosos, como si hiciera años que alimentáramos la más perfecta amistad. Su naturalidad desarmó mi aprensión. Esa fue la primera admiración que me causó este hombre, y desde entonces la más profunda y noble amistad nos envolvió hasta su muerte.


Tejada tenía un poder magnético enorme. De su ser emanaba un fluido atrayente, verdaderamente maravilloso. Una atmósfera casi tangible lo circundaba y dentro de ella quedaban como alelados los que se hallaban en torno. Hacia él refluían, completamente absortas y como desarmadas, las personalidades de todos, sin esfuerzo ninguno, como un placer que se reflejaba en los rostros. No era una tiranía lo que ejercía. No era la fuerza, casi siempre tirante, del líder; el dominio violento del jefe. Era una suave onda, una luz amable, brillante y cálida, que lo conducía a uno a estar pendiente de él, de su extraordinaria palabra, de su discurrir por un mundo de esféricas formas, de amor, entre todas las cosas, de exactitud de misterio, de humor y de inmemorial sencillez a un mismo tiempo, que él iba pintando como si se tratara de un sueño con los ojos abiertos. El era el centro de nuestra generación, el jefe nato, nuestro núcleo rumorante e inquieto.


Pocos días después de haberse iniciado nuestra amistad, Tejada desapareció de Bogotá. Había ido a casarse. Me dijeron que con una muchacha Gaviria Jaramillo, de Pereira, hija de don Juan y de doña Dolores. Para mí, aquello era una coincidencia, entre extraña y curiosa. Cuando ya de regreso, me lo encontré en el café, le ofrecí visita y le envié saludos a su esposa. Tejada me miró con cierta sorpresa, como quien no veía bases en mi modo de ser para esta clase de cumplidos sociales. Se habían hospedado en un hotel de la calle doce, arriba de la séptima. Cuando me oyó tutear y estrechar efusivamente a Julieta, su asombro fue aún mayor. Los dos le explicamos los vínculos de familia que nos unían. Y esto contribuyó a hacer más fuerte mi unión con Tejada, Tejada era mi pariente lejano por lo Córdoba y Julieta lo era más próxima por la rama de los Jaramillos; de modo que el traslado a mi casa paterna, que yo les propuse, era una cosa lógica. Allí vivieron dos años.


Fue esta la época de “El Sol”, periódico que tenía por directores a Luis Tejada y José Mar, y que se editaba en una imprenta situada en la planta baja del edificio Montaña, frente a la plaza de mercado de Las Nieves. Este periódico, cuatro años anterior a la revista de “Los Nuevos”, fue el primer órgano de la nueva generación colombiana. Allí aparecimos algunos de los poetas y escritores que después, ya muerto Tejada, hicimos parte de la agrupación de “Los Nuevos”. El períodico de “El Sol”, que no tuvo una vida larga, fue también el período socialista de Luis Tejada. Era un socialismo que no se atrevía a separarse del partido liberal y que encontraba asidero para esta actitud en el propio pensamiento de Benjamín Herrera, para quien el socialismo, como lo dijo públicamente en varias ocasiones, era algo consubstancial con la entraña misma del liberalismo colombiano. Tejada no estaba muy convencido de ello; él creía que era necesario la aparición de un partido independiente, pero aceptaba de buen grado la simpatía que Herrera mostraba por el periódico, y la deferente atención que el gran caudillo ofrecía al movimiento juvenil que pugnaba por cristalizar en “El Sol”. No fueron pocas las veces que vimos al general Herrera preferirnos en el trato frente a líderes connotados del liberalismo, y en una o dos ocasiones su interés por nosotros se mostró en ayuda monetaria para el periódico. De aquella época, guardo todavía como recuerdo imborrable la figura magnífica de este extraordinario ejemplar humano, poderoso y terrible, inconmovible y como tallado en piedra berroqueña, ante el cual los grandes se veían pequeños. Herrera era un hombre de tan acendrado dominio, de una tan increíble concreción de personalidad, que más que un hombre parecía un mito. Lo primero que se sentía ante Herrera, por reflejo, era el orgullo de ser colombiano, porque en él se hacía tangible la comprensión de un pueblo grande hoy y mañana y siempre. Pueblo que produce esta clase de hombres es un gran pueblo. Tejada y yo siempre andábamos juntos, lo que hacía que nuestros amigos me llamaran "l’enfant gáte" de Tejada. Por las tardes siempre nos citábamos para irnos a casa. El trabajaba en El Espectador y yo en el Banco de Londres. Una tarde, mientras yo lo esperaba en la esquina de la catorce con la séptima, salió del periódico y se vino precipitadamente a mi encuentro, diciéndome sin saludarme: "Aquí en esta casa está en este momento un ruso que quiere hablar con nosotros. Ahí hay una reunión de obreros liberales, que lo han citado para que los oriente sobre la posición de los trabajadores en las próximas elecciones. Subamos. Cuando termine nos vamos con él y charlamos. Esto puede ser muy interesante". La casa de que hablaba Tejada era la misma en que hoy está "La Cigarra". El ruso no era otro que Silvestre Sawinsky.


Sawinsky vivía en la vieja y amplia casa que queda inmediatamente después de lo que hoy es la plaza de San Martín hacia el norte. Allí entramos. Recuerdo que en el vasto corredor nos llamó la atención ver numerosos cueros colgados, y Sawinsky nos dijo que se había dedicado a la curtiembre, para ganarse la vida. Nos presentó a su esposa y nos instalamos en la amplia sala ante una gran mesa, cubierta con una gruesatela de terciopelo verde, y sobre la cual una caparazón de tortuga con una caja de metal incrustada servía de cenicero de agua. Pronto comenzamos a menudear las tazas de té, de las cuales tomamos como diez, a la manera rusa, mientras planeábamos el nuevo partido. Como a las nueve de la noche salimos de allí, después de haber dejado un cerro de colillas dentro del recipiente de la tortuga. Habíamos trazado el esquema para la formación del partido comunista en Colombia. Llevábamos la lista de los nuestros, que se redactó de mi puño y letra, y a la cual habíamos agregado algunos nombres que juzgábamos adictos a nuestra causa, entre otros, Luis Cano, Armando Solano y Alfonso Villegas Restrepo. Digo esto, porque nadie sabía cómo se fundó el partido comunista de entonces, es decir de dónde partió la idea, y he oído muchas versiones contrarias a la realidad, de gentes que desean hacerse pasar por personas actuantes (el subrayado es mío). No. Aquella noche no estábamos presentes sino Sawinsky, Tejada y yo. De allí convocamos a una reunión, en la cual quedó constituído el nuevo partido. No está por demás decir que ni Luis Cano, ni Armando Solano, ni Alfonso Villegas Restrepo concurrieron nunca a ninguna de nuestras reuniones.


Pronto nuestro partido se encontró con muy serios problemas que nosotros no sabíamos cómo resolver. La cuestión orgánica y nuestra conexión con las masas eran cosas al rojo blanco sin la solución de las cuales podríamos subsistir. Ni Sawinsky ni nosotros sabíamos nada en cuanto a los procedimientos. Ignorábamos por completo cómo se hacía un partido comunista. Era aquella una época en que el resplandor de la revolución rusa iluminaba el universo, y todos los hombres libres del mundo querían ir por esa senda, lo que no significaba necesariamente que quienes así pensaran fuesen teóricos consumados. El conocimiento de Marx y de los métodos revolucionarios de los rusos no se habían generalizado. En la prensa todavía se leía que el general Soviet se había tomado al sur de Rusia una importante ciudad llamada Lenin. En estas circunstancias, nosotros resolvimos como mejor pudimos nuestros embarazantes problemas. Le dimos al partido, por proposición de Moisés Prieto, una secreta organización tipo masónico, por grados, con sus signos, sus convenciones, sus palabras claves para los momentos de peligro. Y en cuanto a programa, yo traduje con Sawinsky el programa del P.C. ruso y echamos diez mil copias en mimeógrafo, que fueron a parar al río Magdalena, a los cuarteles, a las organizaciones obreras, etc. Su distribución fue tan completa, que todavía se acuerdan de haberlo recibido los obreros de muchos lugares del país. No abandonamos tampoco el trabajo en el ejército, y fue por nuestra labor de hojas sueltas, al frente de la cual estaba Sawinsky, que el buen ruso, más terrorista que bolchevique y más niño que hombre terrible fue expulsado del país.


Un día me llamó Tejada con mucho sigilo para decirme que habían inventado un grado superior, el último al que sólo tenían acceso los elegidos, pues había ciertas cosas que no se podían tratar delante de algunos camaradas, en los cuales no se tenía la suficiente confianza. Me advirtió que mi iniciación allí se había fijado para una sesión especial, como en efecto ocurrió. Por entonces Tejada ya vivía en una casa de la calle doce, casi contra el paseo Bolívar. En un cuarto oscuro, iluminado apenas por una vela de sebo, se efectuó la ceremonia de mi ingreso al más alto grado. De pie, en torno de una mesa, se hallaban Tejada, Sawinsky, José Mar, Moisés Prieto y Diego Mejía. Sobre la mesa reposaban los símbolos de la purificación y la fe del comunista, consistentes en la constitución rusa, el programa del partido y, encima, una pistola, alegoría de la violencia revolucionaria y a la vez del castigo que esperaba al traidor. El juramento consistía en un largo interrogatorio escrito, que Sawinsky leyó aquella noche, con su particular acento ruso. Se hablaba en voz baja. Tejada se transfiguraba por completo, y a la escasa luz de la vela se le veía poseído de la más intensa emoción. A Sawinsky le temblaba levemente el labio inferior. La respiración de todos parecía contenida. El interrogatorio llegó a aquello de "jura usted no hacer diferencia de razas?", y yo respondí : lo juro; "jura usted no hacer diferencia de nacionalidades?", y yo respondí lo juro. Pero cuando se me dijo: "Jura usted no hacer diferencia de sexos?", dí inmediatamente el grito, separándome del grupo. "No, me es imposible jurar eso", exclamé. La estupefacción se apoderó de todos. Tejada me miraba con angustia escrutadoramente. "Por qué no juras?", me dijo con un tono de ruego. Yo les dije "Lo de la supresión de la diferencia de sexos no lo juro, porque por pepiciego que uno esté siempre sabe quién es hombre y quién es mujer". Todavía oigo las carcajadas de José Mar y las recriminaciones de Tejada, que no concebía que se llevara ningún espíritu ligero a semejante ambiente de solemnidad y de misterio.


La conexión con los obreros es capítulo aparte. Este se tornó muy pronto en nuestro insoluble problema central. Habíamos conseguido a un obrero de la construcción, Manuel Avella, y a Lozada, un maquinista del ferrocarril. Pero necesitábamos las grandes masas. Una comisión compuesta por José Mar y Prieto, que enviamos a Girardot, meca entonces del socialismo, había fracasado. Entonces resolvimos todos salir a la conquista de las masas. Se nos había dicho que en el paseo Bolívar por las tardes, se reunían muchos obreros, pues allí se hacía una venta de comestibles calientes y era el mejor sitio para encontrarlos en conjunto. Hacia allá nos dirigimos, pasando por el barrio de Las Aguas siempre en busca de obreros, que no hallamos por el camino. Arriba, evidentemente, se agitaba una muchedumbre desharrapada, en una especie de feria o de fiesta, en torno a las ollas humeantes. Al frente teníamos el espectáculo de la ciudad, con su rumor de órgano, y más allá, hasta el confín verde de la sabana. Nos acercamos a los trabajadores, pero no sabíamos cómo abordarlos, qué decirles, cómo entrar en conversación con ellos. Casi ni nos miraban. Estaban muy atareados en su comida, comprando aquí y allá centavos de cosas. Entonces, cuando ya íbamos a fracasar del todo, Tejada se acercó a nosotros diciéndonos: "Bueno, bueno hagamos una colecta para esta gente". Y vaciamos nuestros bolsillos, para que los obreros pudieran comer un poco mejor aquella tarde. Después, descendimos del paseo Bolívar, sin haber podido hablar ni una sola palabra con aquellos obreros sobre nuestros propósitos, pero felices de haberlos ayudado en algo. Sólo oímos que uno de ellos rezongó algo sobre los electoreros que van a buscarlos con obsequios cuando quieren sus votos. Juro que esta escena me ha ayudado extraordinariamente a comprender a Charlot.


Pacho de Heredia, el famoso líder socialista que murió quemado en el incendio de un hotel de Costa Rica, había convocado al tercer congreso socialista de Colombia, que se reunió en un largo salón del tercer piso del edificio Liévano, en la plaza de Bolívar. De Heredia se peleaba con nosotros, pero eso no fue óbice para que nos enviara a todos credenciales de organizaciones obreras que ni siquiera conocíamos, para que asistiéramos como delegados al congreso. Recuerdo que a mí me correspondió representar a los obreros de la Zona Bananera. Allí, en aquel congreso, nuestra actividad fue feroz contra el socialismo. Y, como era natural, nuestras baterías iban dirigidas contra el socialismo de Girardot, que gobernaba la ciudad desde el concejo y que, según nosotros, se había pervertido en el reparto de las preeminencias y del presupuesto. Nosotros hicimos declarar aquel congreso: Primer Congreso Comunista de Colombia. El mono Dávila, que representaba al socialismo fue nuestra víctima propiciatoria, y se defendía de todos muy airosamente. Sólo una vez que el loco Zambrano (un muchacho enviado por los obreros de Boyacá, que en el congreso se declaró comunista y marchó con nuestras tesis) le acusó de prestar plata al diez por ciento, el mono perdió los estribos, y exclamó: "A quien me vuelva a decir esa impostura, o lo desafío, o lo condeno al desprecio de mis conciudadanos". Y el loco le replicó con toda calma: "Vea camarada: yo prefiero lo segundo". Allí mismo nos encontramos con Alejandro Vallejo, que desde entonces formó parte de nuestra agrupación. Una noche, Vallejo hacía el ataque más violento al programa socialista de Heredia, que había sido promulgado en años anteriores en Honda. Vallejo duró cerca de una hora descuartizando el programa de Honda. Ese programa era una basura; ese programa no valía nada. De pronto Heredia le preguntó al orador: "Dígame una cosa: usted conoce el programa de Honda?"; a lo cual replicó el orador, impertérrito: "Yo no conozco el programa de Honda". La carcajada fue general. Pero era que nosotros señalábamos con anterioridad quienes debían intervenir en los debates no por el conocimiento que tuvieran de la materia, sino por el grado de capacidad para hablar.


En aquel congreso conocimos a Raúl Eduardo Mahecha, a quien llevamos a nuestra organización una noche para conocerlo y saber de quién se trataba. Confieso que nos causó pésima impresión. Mahecha se vanagloriaba de sacarles dinero a los yanquis de Barrancabermeja, de amenazarlos con huelgas si no le suministraban la plata y de otras lindezas por el estilo. Lo decía con tal naturalidad como si estuviera convencido de que esa era la esencia el alfa y el omega del movimiento revolucionario. Mostraba esos actos suyos, como grandes triunfos de sagacidad revolucionaria. Al propio congreso había venido con sueldo de la empresa petrolera y con aire de victoria nos mostraba los telegramas en que le anunciaban los giros. A mí me pareció, perdóneseme que lo diga, un criminal nato, inconsciente. Y ese era el presidente del congreso obrero. Pedí que lo derrocáramos, pero la oportunidad de hacerlo parece que no se presentó.


Después hicimos Tejada y yo un viaje al Quindío, siempre con la idea fija de buscar obreros auténticos. En un hotelito de Cajamarca redacté el primer manifiesto que yo hacía destinado a los obreros del Quindío, que publicamos en Calarcá, mi ciudad natal. Tejada se mostró sorprendido de mis estilo revolucionario y alabó con mucho entusiasmo mi manifiesto. En Calarcá salieron algunos obreros a recibirme. Tejada estaba optimista. ¿Ves?, me decía; los obreros son muy inteligentes y acabarán por responder a nuestros llamados. Vamos a hacer un gran partido. Pero en Pereira, fin de nuestro viaje, ya no vino nadie a vernos. Allí iniciamos a Fortunato Gaviria, hermano de la mujer de Tejada. La iniciación que se hizo con la solemnidad de la mía, de que ya he hablado, no surtió su efecto de misterio y de sigiloso secreto. La casa tenía una acústica endemoniada; todo el mundo, en la planta baja, de almacenes y tiendas, se dio cuenta de todo cuanto dijimos e hicimos. Y al día siguiente todo Pereira sabía que habíamos ido a la ciudad.
Tejada era un comunista convencido. Indudablemente, nuestro movimiento, en el fondo, era un movimiento liberal, como lo fue en gran parte, años después el movimiento socialista revolucionario. El partido liberal, con la pesada herencia del fracaso de la guerra civil iba de mal en peor. Nadie creía ya en que pudiera levantarse de la postración en que se encontraba. Y en estas condiciones, se buscaban sustitutos, otras formulaciones y otros medios que suponían más eficaces para el derrocamiento del conservatismo. Mucho de eso había en nuestro movimiento. Pero no en Tejada. Tejada era comunista, con la visión de una sociedad mejor y más equitativa para la humanidad. De ahí que yo no juzgue a Tejada como obligadamente lo juzga la gente: como un cronista que ha producido Colombia; el mejor, en una abarcadura más ancha, del habla española, que aún no ha sido superado ni igualado aquí ni fuera del país. Porque Tejada era más que eso. Tejada era un apóstol, un líder incomparable del proletariado. Murió en el momento en que se estructuraba ideológicamente en el marxismo, cuando antes sus ojos de visionario la escritura del viejo alemán le abría las puertas de un mundo amable para todos, en el cual había soñado siempre. Amó a la humanidad con un amor entrañable. Amó a los humildes, y supo con toda claridad que ellos serán poseedores de un paraíso aquí en la tierra. Por hacer más próximo ese paraíso, luchó hasta su último aliento.

18/1/07

Esbozo biográfico

El poeta, escritor, crítico de arte, profesor universitario, periodista y estadígrafo Luis Vidales (Calarcá,1900-Bogotá, 1990), Premio Nacional de Literatura y fundador del movimiento vanguardista Los Nuevos, fue también, a lo largo de toda su vida, un infatigable luchador político: socialista revolucionario hasta 1923, fundador (junto con Luis Tejada y José Mar) de los primeros grupos comunistas colombianos a partir de 1923, militante del Partido Comunista de Colombia a partir de 1930 y Secretario General de dicho partido entre 1932 y 1934, mantuvo inalterable su ideología marxista hasta el día de su muerte.
Cuarto hijo del maestro Roberto Vidales y de Rosaura Jaramillo de Vidales, nació en la hacienda Río Azul, jurisdicción de Calarcá, el 26 de julio de 1900. Los primeros años de su infancia transcurrieron en Honda, a donde la familia se había trasladado al terminar la guerra civil de Los Mil Días. Sus estudios primarios fueron dirigidos por su padre Roberto, de quien guardó siempre un recuerdo tierno y agradecido. La familia decidió establecerse en Bogotá cuando los cuatro hijos (Silvia, Roberto, Clara y Luis) llegaron a la edad de iniciar sus estudios secundarios. Luis Vidales hizo los suyos en el Colegio del Rosario, de donde egresó a los dieciséis años de edad.
Participaba entonces en manifestaciones políticas en favor de los artesanos y trabajadores, en tertulias literarias juveniles y en discusiones ideológicas con liberales radicales, anarquistas y socialistas. Al mismo tiempo comenzó a trabajar en el Banco de Londres & América del Sud como jefe de contabilidad, pese a su extrema juventud. A partir de entonces su destino estuvo marcado por esta circunstancia: era un político de extrema izquierda y un literato de vanguardia que se ganaba la vida haciendo cálculos matemáticos y cuadrando cifras.
Estableció por aquellos años una amistad entusiasta y profunda con dos jóvenes geniales: el inolvidable cronista Luis Tejada y el admirable caricaturista Ricardo Rendón, con quienes compartió audaces aventuras intelectuales y una ruidosa bohemia que sacudió y escandalizó las sombras estancadas de las noches bogotanas. Tejada, Rendón y Vidales colaboraron en El Espectador de manera regular y ocasionalmente en El Tiempo, que publicó por aquellos años un suplemento de homenaje a Charles Chaplin, dirigido por Vidales. Por esta época se conformó el grupo intelectual de Los Nuevos, en que se distinguieron como fundadores y participantes Luis Vidales, Luis Tejada, Ricardo Rendón, León de Greiff, José Mar, Moisés Prieto, Felipe y Alberto Lleras, Carlos Lozano y Lozano y muchos otros brillantes escritores, poetas y periodistas. A fines de 1922 fue fundado el diario matutino El Sol bajo la codirección de José Vicente Combariza, José Mar y Luis Tejada. En sus páginas colaboró asiduamente Luis Vidales, al lado de Jorge Eliécer Gaitán, Gabriel Turbay, León de Greiff, Alejandro Vallejo, Carlos Lozano y Lozano, Nicolás Llinás Vega y otros escritores de vanguardia.
En 1926 publicó Vidales su primer libro de poemas y la más importante de sus obras: Suenan Timbres, original creación que causó estupor, admiración y escándalo en los círculos intelectuales del país, todavía dominados por un tradicionalismo decadente. La edición se agotó en tres días. El autor de esos versos inverosímiles era agredido en plena calle por los defensores de la poesía tradicional. En actitud provocadora, el joven Vidales salía a pasear por la carrera séptima llevando en la mano un bastón con empuñadura de plata que más de una vez empleó como garrote para defender su concepto de la literatura. Vidales fue el único poeta colombiano cuyo nombre se incluyó en la antología de poesía de vanguardia (Índice de la nueva poesía americana) editada en Buenos Aires por Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo en 1926.
Su amigo Luis Tejada había muerto en 1924. Vidales quiso ampliar su visión del mundo. Viajó a Europa. Estudió ciencias políticas en la Escuela de Altos Estudios de París, entre 1926 y 1929, con un intervalo de estadía en Italia (1928) durante el cual se desempeñó como cónsul de Colombia en Génova. Renunció a su cargo a raíz de la masacre de las bananeras y regresó a París, la ciudad que más amó en la vida, junto con su tierra natal de Calarcá.
De regreso en Colombia formó parte del grupo fundador del Partido Comunista colombiano (17 de julio de 1930) y llegó a ser su Secretario General en 1932. Se distinguió como agitador, organizador y propagandista. Dirigió varios periódicos de combate, entre ellos Vox Populi de Bucaramanga (1931), que después de haber sido un medio de expresión del socialismo revolucionario (1928-29) se sumó a las fuerzas del comunismo. En él publicó muchos poemas de contenido social, ensayando nuevas formas, como puede verse en estos fragmentos de La costurera:
Vida y lino lo mismo ata la hebra.
Une noche y aurora el pedal, de tope a tope.
Miseria, son las ocho, grita el reloj
a los tristes de la tierra.
Una mujer en el silencio cose, cose, cose,
cumple mil años al volver la rueda.
Por el telégrafo del carrete
los telegramas del cansancio se detienen.
Mujer obrera, hecha de carne y llanto;
hecha de hambre, luz y manos,
y de sudor, rocío del hierro.
En 1932 asumió como jefe de redacción del periódico Tierra, órgano oficial del Partido Comunista bajo la dirección de Guillermo Hernández Rodríguez. Los comunistas tenían entonces cordiales relaciones de amistad con amplios sectores del liberalismo y la casa editorial de El Tiempo, a través de Enrique Santos Montejo (Calibán) regalaba a los impresores de Tierra el plomo necesario para fundir los tipos cada vez que la economía estrangulaba al periódico comunista. Como redactor, Vidales desarrolló una enérgica campaña contra la guerra colombo-peruana (1932-34), llamando a los soldados de ambas naciones a confraternizar en el frente y a "volver sus armas contra sus propios oficiales". Naturalmente, el periódico Tierra fue atacado por las turbas patrióticas y sus instalaciones fueron destruidas.
Fue también redactor del periódico El Soviet, tabloide fundado en diciembre de 1933 y que logró sobrevivir hasta 1939 bajo la dirección de Jorge Regueros Peralta. Durante la primera mitad de la década de 1930, Vidales impulsó una política de "revolución agraria", organizando y dirigiendo personalmente varias insurrecciones campesinas en los departamentos de Boyacá, Tolima y Huila, lo que le valió numerosos encarcelamientos y procesos. Esta política fue rechazada por las directivas del Comintern (Tercera Internacional), que daban prioridad a la organización de la clase obrera.
Las luchas internas en la Tercera Internacional condujeron a la destitución de Vidales del cargo de Secretario General y a su marginación de las filas comunistas desde 1935 hasta 1964. Mantuvo sin embargo una posición de izquierda militante, cumpliendo cabalmente con el compromiso público asumido en 1935: "Declaro que ceso toda oposición ideológica contra la actual dirección del partido y que en lo sucesivo aceptaré su política".
Simultáneamente Vidales continuaba colaborando en El Espectador y El Tiempo y actuando políticamente dentro de las corrientes más radicales del partido liberal. Aunque sus ideas marxistas eran conocidas, sucesivos gobiernos liberales confiaron en su capacidad técnica, llegando a nombrarlo Director Nacional de Estadísticas, puesto que dejó en 1944. Fue catedrático de Historia del Arte y Estética en la Universidad Nacional (Bogotá) y de ese trabajo resultaron su Tratado de Estética y muchos de sus trabajos científicos y literarios relacionados con la teoría del arte. Entre ellos es necesario mencionar su Espejo de la pintura, colección de sonetos sobre los grandes genios de la pintura universal, de la cual se han hecho publicaciones fragmentarias y cuyo manuscrito completo fue robado de la casa del poeta según se indica al final de esta biografía.
Su adhesión al caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán, a partir del momento en que este líder ganó la jefatura única del partido liberal (1946), lo llevó a ocupar importantes cargos en su movimiento, entre los cuales destaca el de columnista del diario Jornada, órgano del gaitanismo. Ese aguerrido periódico continuó publicándose después de los hechos trágicos del 9 de abril de 1948, y en sus páginas continuó jugándose la vida, día a día, el periodista Luis Vidales. Luego vino un período de dura clandestinidad durante el cual colaboró activamente en las redes de información y abastecimientos de la guerrilla liberal (1948-1952).
En 1952 se hizo cargo de la dirección de propaganda de los Censos Nacionales, puesto que desempeñó hasta comienzos de 1953. Pero la situación política derivada de La Violencia se había hecho insostenible para él y esto lo condujo finalmente al exilio: en 1953 recibió asilo político en Chile, con su esposa Paulina y sus cuatro hijos. Allí vivió durante once años, trabajando en la Dirección Nacional de Estadística y dictando cátedra de Estética e Historia del Arte. Desde el destierro continuó escribiendo en las páginas de El Espectador, El Tiempo, el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República y otras publicaciones colombianas.
En 1956 ganó un concurso convocado para la producción de una biografía del difunto presidente radical de Chile, Juan Antonio Ríos, pero su trabajo (Juan Antonio Ríos, biografía de una voluntad) no pudo ser publicado, a pesar del premio, debido a presiones de la poderosa familia Alessandri, que no salía muy bien parada en la obra.
A su regreso a la patria, Vidales trabajó como experto en el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE).
Reintegrado finalmente al Partido Comunista a mediados de la década de 1960, se mantuvo en sus filas hasta el día de su muerte (14 de junio de 1990), a los casi noventa años de edad. En 1982 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía (Colombia) y en 1985 la Unión Soviética le concedió el Premio Lenin de la Paz.
Obras publicadas: Suenan Timbres (1926); Tratado de Estética (1945); La insurrección desplomada (1948); La circunstancia social en el arte (1973); Historia de la estadística en Colombia (1975); La Obreríada (1978); Poemas del abominable hombre del barrio de Las Nieves (1985); El libro de los fantasmas (1985). Una colección de su obra inédita fue publicada en los Cuadernos de Filosofía y Letras de la Universidad de Los Andes (Vol. V, núm. 3, Bogotá, julio-septiembre de 1982).
Once libros de poemas inéditos, más de tres mil sonetos y cuatro ensayos, entre muchos otros de sus trabajos, se perdieron en el saqueo que algunos de sus "amigos" y "compañeros" hicieron en su casa pocos días antes de su muerte, aprovechándose de su vejez, confianza y hospitalidad.
(c) Carlos Vidales