2/8/12

Amor y erotismo en el V encuentro nacional de escritores Luis Vidales

Por Richard Aguirre

La Patria, Manizales, Agosto 1, 2012.
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Amor y erotismo son los ejes centrales de la quinta edición del Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales, que se realizará del 15 al 18 de agosto en Calarcá. Este lleva el nombre del poeta quindiano como homenaje a una de las personalidades más emblemáticas de la literatura de ese departamento.

Encuentro

José Nodier Solórzano Casta, organizador del Encuentro de Escritores, aseguró que esta actividad "promueve diálogos de pensamientos; muestra a los niños y jóvenes ejemplos claros y evidentes de qué es funcional, y sobre todo, se  conversa desde nuestras experiencias y no solo desde los dogmas propios del universo centralizado y extraño, por inmóvil y rígido de los adultos".

Carlos Vidales, hijo del poeta, dijo sobre el tema central del evento: "El amor, el erotismo, la vida, la muerte, todo lo que forma parte de la existencia humana es objeto y materia de la literatura. Ningún tema vale menos, ningún aspecto de lo humano puede ser tabú o estar proscrito de la expresión literaria".

"El amor y el erotismo son temas difíciles de abordar. A menudo donde peor se dan estos temas es justamente en los libros eróticos y en los de amor. No es fácil que un autor sea profundo y lúcido en el tema del amor y, al mismo tiempo, sea un gran escritor. Creo que los poetas llevan ventajas en el abordaje de estos temas", afirmó el escritor y periodista Alberto Salcedo Ramos.

Luis Vidales Jaramillo

Nació el 26 de julio de 1900 en Calarcá. Fue diferente para su época, comunista, sin versos ni rimas consolidó un estilo poético. Su obra maestra, Suenan Timbres. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1926. Falleció en Bogotá en 1990.

Carlos Vidales afirmó que el Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales es "Una iniciativa de inmensa importancia. Es un homenaje para mi padre, pero sobre todo, es un evento de poderosa influencia que estimula y alienta a las nuevas generaciones de narradores, poetas, literatos y críticos".

¿Quién fue Luis Vidales? "Nadie debe tratar de definir a una persona. Las definiciones siempre reducen, mutilan, omiten algún aspecto de la realidad. Para mí él es mi padre, poeta, humorista, estadígrafo, luchador social, un hombre con un tremendo sentido de la integridad, quien me enseñó a ser consecuente con los principios, así se venga el mundo abajo", afirmó.

Vidales aseguró que mantiene con su padre un diálogo interior permanente. "De este modo él continúa vivo en mi mente, discute conmigo, me enseña nuevas perspectivas y sobre todo mantiene encendida en mi corazón la llama humorística que me ayuda a descubrir los aspectos ocultos e inesperados de la realidad".

"Si Luis Vidales volviera a nacer, creo que a cada rato, en alguna parte del mundo, nacen otros Luis Vidales, estoy casi seguro que sería otra vez escritor y poeta. Sobre todo, sería otra vez, siempre, revolucionario. Pondría al descubierto, con imprecaciones terribles, las ignominias e infamias de este siglo. Y no se olvidaría de decir algunas humoradas para cubrir de ridículo a los pomposos imbéciles inmorales que hoy detentan el poder en todos los rincones de este planeta", concluyó su hijo.


Sigue en: La Patria, Manizales, Agosto 1, 2012.

Tomado de nuestro blog amigo NTC...

16/7/12

Yo cuento, tú cuentas, ambos retozamos


Este evento coincide con la fecha de nacimiento del poeta: 26 de julio. Información detallada sobre preparativos, realización y resultados, es ofrecida por nuestro blog amigo NTC y su Agenda.

16/6/12

Carta de Luis Vidales a su hijo Carlos (1983)



Carta mediante la cual el poeta informa a su hijo Carlos Vidales, exiliado en Suecia, que lo ha nombrado depositario de su obra. Bogotá, 1 de junio de 1983.

11/6/12

La costurera


     Vida y lino lo mismo ata la hebra.
Une noche y aurora el pedal, de tope a tope.
Miseria, son las ocho, grita el reloj a los pobres de la tierra.
Una mujer en el silencio cose, cose, cose,
cumple mil años al volver la rueda.

     Por el telégrafo del carrete
los telegramas del cansancio se detienen.
Mujer obrera, hecha de carne y llanto,
hecha de hambre, luz y manos
y de sudor, rocío del hierro.

     Corre el trabajo, ferrocarril sin panorama;
hay hambre en el vientre y hay hambre en los ojos;
por el sudor el cuerpo llora en el silencio.

     Kilómetros, en bloques y paquetes van las horas,
trenes monótonos y ciegos;
va el pedal al galope;
describe tu existencia la polea de cuero;
la traza el brillo de la vida en la rueda que gira...

     La máquina de coser es un vampiro
y de tu corazón toma su fuerza.

     Monotonía, monotonía, chirría la polea,
oyendo coser el ruido ya es recuerdo.

     Tú tienes el cansancio, tienes la miseria,
el dolor cada día renovado,
el dolor antiguo que es un morado en tu vida.

     Mujer obrera, la que aplancha,
la que remienda, la que cose; tres mujeres
y una sola. Remienda, cose, aplancha y canta,
canta la canción:

     Mañana nueva del planeta;
la insurrección ya incendia el cielo;
hay una nueva estación...

     Cinco son las estaciones de la tierra:
Verano, invierno, otoño, primavera, revolución.

Bucaramanga, 1930 (cuando el autor
dirigía Vox Populi, primer diario comunista
de Colombia). El poema se incluye en
La obreríada, Casa de las Américas, Habana,
1978, pp. 5-7.

La fotografía ha sido tomada de:
http://tendenciera.blogspot.se/2010/05/que-sepa-coser-que-sepa-bordar.html

3/5/12

V Encuentro nacional de escritores "Luis Vidales"

Tomado de nuestro blog amigo NtC...

Allí, toda la información pertinente, folletos explicativos, historia, etc.



11/3/12

Entrevista a Carlos Vidales





La Crónica del Quindío, Armenia, domingo 11 de marzo de 2012.

La biografía de Carlos Vidales ha estado tan íntimamente relacionada con la izquierda latinoamericana que, si él o alguien decide relatarla en detalle, saldrá de allí un montón de valiosa información.
La extensión de esta nota impone el resumen. Nacido en 1939, es hijo de Luis Vidales, el único poeta gran caldense de nombradía internacional. Periodista de profesión, fue asistente del novelista José María Arguedas entre 1968 y 1969. Su exilió de 20 años en Chile le permitió hacer parte del experimento socialista de la Unidad Popular que llevó a la presidencia a Salvador Allende.

Allende lo nombró Jefe del Servicio de Documentación y Archivo en el Palacio de La Moneda, cargo desempeñado hasta enero de 1973. Sobre ese periodo escribió el libro Contrarrevolución y dictadura en Chile (1974). Ocupó la jefatura de redacción de la hoy emblemática revista Alternativa, empresa periodística liderada por Gabriel García Márquez y Enrique Santos Calderón. Su bibliografía incluye estudios históricos relacionados con Simón Bolívar, las guerras de independencia, Luis Tejada y un etcétera bien nutrido.

Hay algo en Suenan timbres que deja al lector completamente sorprendido: esa combinación afortunada de un lenguaje refrescante para la poética colombiana, acostumbrada a los mármoles y camellos de Guillermo Valencia, a los tormentos sin nombre de Barba-Jacob, y la quizá inaugural exploración de la ciudad como sitio del asombro. Existen diversas teorías que tratan de encontrar la semilla de la propuesta estética de Luis Vidales. Usted, siendo testigo de primera línea, ¿qué nos puede decir del origen de ese tan singular universo?

Yo escribí en 1976 un ensayo titulado “La circunstancia social de Suenan Timbres”, que intenta responder a esa pregunta mediante una indagación no-literaria sino socio-histórica. Mi padre conoció ese texto y estuvo de acuerdo con su contenido hasta el punto de que lo incluyó en la segunda edición de Suenan timbres (Colcultura, 1976).

En breve: sostengo que Suenan timbres es el producto de las transformaciones socio-económicas de Colombia en las dos primeras décadas del siglo XX (industrialización, nacimiento del sindicalismo y las modernas luchas obreras, inserción en la economía mundial, declinación de la hegemonía conservadora y ascenso del liberalismo, introducción de las ideas socialistas y comunistas, etc.) y de las grandes transformaciones políticas y sociales a nivel internacional durante el mismo período (Primera Guerra Mundial, Revolución Rusa, desarrollo del cine y nuevas formas de comunicación, etc.).

La voluntad de romper los moldes caducos del siglo XIX, la irrupción de nuevas formas de poesía en el mundo occidental, la alegre voluntad de romper mitos, tradiciones, formalismos, todo ese torbellino de novedades e irreverencias cayó en el terreno fértil de una generación de jóvenes literatos, periodistas, cronistas, humoristas, dibujantes, artistas, que compartían sus travesuras contra el viejo orden y se burlaban de todo lo que representaba un obstáculo al desarrollo de la nueva sociedad que pugnaba por nacer. Se ha discutido mucho sobre las posibles influencias formativas en la génesis de Suenan Timbres. Me atrevo a decir que ese libro iconoclasta jamás habría nacido si no se hubiera gestado en la compañía fraternal y ruidosa de Luis Tejada, Julieta Gaviria, León de Greiff, Ricardo Rendón, los jóvenes Lleras, José Mar, Pepe Mexia y tantos otros bohemios, cronistas, sindicalistas, etc.

Lo literario es apenas el resultado de estos procesos. Mi padre ensayó las greguerías de Gómez de La Serna, leyó, tradujo e intentó escribir haikus, indagó sobre lo que otros, en otras latitudes, intentaban crear. Pero hay que decir que conoció al surrealismo después de la publicación de Suenan timbres, que sus breves relatos o poemas en prosa fueron intentos de contar humorísticamente lo que Édgar Allan Poe narraba trágicamente y, en fin, que en cada poema de Suenan timbres hay más de la alegría irrespetuosa de Luis Tejada y de Charles Chaplin que de cualquier otro maestro de la literatura o del humor.

Hay una pregunta que en algún momento los lectores de Vidales se han hecho. De Suenan timbres hasta La obreríada transcurren algo más de cincuenta años y se produce una mutación no sólo temática sino también expresiva en el poeta. ¿Cuáles son, en su opinión, las razones de semejante cambio?

Hay que observar que La obreríada es una antología realizada en 1978, pero que cubre diferentes épocas de la poesía de mi padre. Yo diría que hay varios períodos en la obra poética de Luis Vidales: el primero abarca la década de 1920, incluye Suenan timbres y se cierra con su estadía en Francia y en Italia, su contacto con los surrealistas y con vanguardistas como Vicente Huidobro; el segundo, entre 1930 y 1935, está marcado por la fundación del Partido Comunista de Colombia, la intensa actividad periodística y militante, los intentos de desencadenar una revolución agraria y, en la literatura, sus poemas de contenido marxista como La costurera o La huelga; el tercer período, a partir de 1935 (año en que es formalmente marginado del partido Comunista), se extiende hasta 1953 y está caracterizado por sus escritos sobre estética e historia del arte, sus artículos periodísticos sobre múltiples temas de la cultura, la política y la historia de las ideas, así como una vasta producción (la mayor parte inédita) de poemas sobre el arte y la literatura; el cuarto período es doloroso y traumático, pues corresponde al exilio en Chile (1953-1963) y está marcado por la soledad, el esfuerzo de mantener viva a la patria en su memoria y en su corazón y la añoranza de su amado Calarcá, de su Quindío entrañable, de su infancia (escribe entonces su Diario suyo y mío, sus sonetos a la patria lejana, sus poemas teresianos y otros experimentos, síntomas claros de un hondo desarraigo); y el último período, desde 1964 hasta su muerte en 1990, tiene dos caras contradictorias, que son, por una parte, una sorprendente maduración en una poesía casi ruda, casi feroz, de la introspección (El libro de los fantasmas, por ejemplo) y, por otra parte, un reintegro a las filas del partido Comunista, igualmente feroz y apasionado, diría yo, que lo impulsa a escribir poemas tan cuestionables como el aplauso a la invasión de Checoslovaquia por las fuerzas soviéticas o ese libro tan discutido que se titula Poemas del abominable hombre del barrio de Las Nieves.

Su amor al partido Comunista fue auténtico y profundo, incluso durante los largos años que permaneció fuera de sus filas. Esto, a mi modo de ver, hace respetables sus poemas menos afortunados.

El compromiso político de los poetas fue un fenómeno extendido en América latina hasta, quizás, principios de los setentas. Y los adscritos a dicha tendencia no son menores para el canon literario: Luis Vidales, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Roque Dalton y Ernesto Cardenal, para mencionar unos pocos. Ahora, a pesar de que las cosas no han cambiado, el poeta sólo se compromete con la estética. ¿Cuáles son las explicaciones y las consecuencias de ese viraje?

Yo no creo que en nuestros días el poeta solamente esté comprometido “con la estética”. Basta ver la enorme cantidad de poesía que se escribe hoy en todos los idiomas para comprender que vivimos en una época de rebelión, descontento, cuestionamiento de los grandes poderes y de los valores establecidos. Eso es un claro compromiso, aunque no exprese una militancia política partidaria.

Dicho esto, no está de más advertir que el poeta tiene el derecho y la obligación de decir lo que quiera decir de una manera estéticamente aceptable. Por eso tiene que experimentar, probar nuevas formas expresivas, pulir sus herramientas y “hacer escalas” hasta el cansancio, como un cantante de ópera. Pero no debemos confundir esos ejercicios con su canto. Y tampoco vale menos un poeta que se compromete con la astronomía, o la teología, o la naturaleza, más que con el cambio social. Petrarca solamente escribió sobre su amada, pero hasta ahora ningún poeta ha hecho mejores sonetos que los suyos. Carlos Marx decía: "A los poetas hay que dejarlos tranquilos". Muchos seudomarxistas, que abundan, necesitarían que se les recordara el lema de Terencio, que Marx hizo suyo: "Nada de lo humano me es ajeno". Yo diría que el único viraje observable de las últimas dos décadas es el “efecto internet”: hoy, millones de seres humanos publican sus pequeños y grandes poemas y los ponen al alcance de cientos de millones de lectores… La inmensa mayoría de esos textos expresa un compromiso… y estamos solamente comenzando este proceso.

Pasemos a otro personaje cercano a usted: José María Arguedas. En 1975 el suplemento del diario El Pueblo, de Cali, publicó una crónica suya sobre el novelista peruano. Ese texto fue reeditado en el anterior número de la revista Luna Nueva. Pasado ese tiempo, ¿cuál es su mirada de la obra de Arguedas?

En mi opinión, José María Arguedas es el más grande y completo de los novelistas peruanos. Más todavía: lo pongo en la cima más alta de la literatura latinoamericana, junto con Juan Rulfo, Juan Guimaraes Rosa y dos o tres más. Su obra Todas las sangres es un inmenso mural de la sociedad andina peruana y constituye la culminación del trabajo emprendido en siglo XVI por esos dos gigantes que fueron el Inca Garcilaso de la Vega y Felipe Huamán Poma de Ayala. Nadie, como Arguedas, ha llegado tan hondo al corazón del mundo indígena andino y por eso nadie como él ha ganado tan hondamente el amor y la ternura de su pueblo. Yo leo y releo muchos autores de muchas culturas diferentes pero el único que siempre me arranca del alma lágrimas ardientes es José María Arguedas.


Usted reside en Suecia desde 1980, dos años antes del Nobel de García Márquez. ¿En Europa la literatura colombiana tiene resonancia significativa o se limita a unos cuantos nombres?

En Europa se conoce cada vez mejor la literatura colombiana, pero este es un fenómeno relativamente reciente. Antes de García Márquez se conocía La vorágine de Rivera y María de Isaacs, pero en círculos relativamente pequeños. Ahora son muchos los autores que se leen en ediciones más o menos numerosas, aunque hay que advertir que en países como Suecia no se hace mayor distinción de nacionalidades. Se suele decir: “Estoy leyendo un autor latinoamericano”.

Álvaro Mutis tiene un círculo de lectores relativamente amplio; León de Greiff es, por supuesto, muy conocido por sus antecedentes suecos y Juan Manuel Roca tiene muchos entusiastas admiradores. Es importante subrayar que varios de los mejores críticos literarios publican con frecuencia en la gran prensa reseñas y ensayos sobre diversos narradores y poetas colombianos.

Por: Ángel Castaño Guzmán

Publicado en:
http://www.cronicadelquindio.com/noticia-completa-titulo-carlos_vidales-seccion-general-nota-43813.htm


11/1/12

Cuatro pilares de una casa entre los robles

poesía contemporánea en colombia



Trabajo leído en Campeche, Campeche, México, en el marco del X Festival Internacional del Centro Histórico, diciembre de 2006, por María Cecilia Sánchez*.


Comenzaré por describir el ámbito editorial de mi país, que es bastante pobre. La poesía en Colombia, como tantos otros aspectos de la vida cultural, ha sufrido una verdadera caída en lo que a la promoción editorial se refiere. La poesía no se vende, y ese enunciado abarca tanto su dificultad para ser asimilada por el público en la rapidez de la vida social y cultural regidas por el mercado, como las ganancias empresariales que su publicación pueda ofrecer. Entonces, ante las inclemencias del mercado, la decisión de las editoriales ha sido simplemente suprimir las colecciones de poesía que venían sosteniendo. La publicación de poesía depende hoy en Colombia de esfuerzos individuales, o de proyectos institucionales como el de la Casa de Poesía José Asunción Silva, en Bogotá; la Colección de Poesía Universidad Nacional, con las publicaciones Libro Recobrado, destinada a la reimpresión de obras de autores de alta calidad, que incluye textos importantes en la obra de un autor consagrado o que son emblemáticos de una época, Libro inédito, a nuevas obras de autores conocidos o desconocidos, y Obra reunida, a la suma poética de escritores de trayectoria significativa. Así mismo, el departamento de literatura de la Universidad Nacional, dirige una colección de poesía llamada Viernes de poesía y que está destinada a “brindar un escenario a la creación poética en el país”, con cuadernillos de poetas colombianos y de otras latitudes.
También está la colección de la Universidad de Antioquia, departamento del noroccidente del país, cuyo objetivo es el de publicar una colección con las obras y traducciones de destacados poetas contemporáneos y de las nuevas promociones colombianas y la colección Premios Nacionales Universidad de Antioquia, que recoge las obras ganadoras de los Premios Nacionales que otorga la Universidad de Antioquia desde 1979, reconocidos como algunos de los de mayor prestigio nacional, los cuales tienen como objetivo estimular la producción poética. La universidad Eafit, también del departamento de Antioquia, ha llevado también una importante colección de poesía, Acanto. La Universidad (privada) Externado de Colombia, en unión con la revista El Malpensante publica una colección de poetas colombianos de distribución gratuita a los suscriptores de la revista.
Existen varias empresas de edición individuales, como Trilce Editores, dirigida por Guillermo Martínez González, en Bogotá, y Altazor Editores, dirigida por Esmir Garcés, en Neiva, que publican nuevos escritores y ediciones especiales y San Librario, dirigida por Álvaro Castillo y Camilo Delgado, que publica poesía. Estas editoriales permiten a los escritores publicar libros de autores, es decir, libros que son costeados por ellos mismos. Esta modalidad de publicación se ha convertido casi en exclusiva, aparte de las publicaciones que se deben a los premios y concursos nacionales. Además de editores, son libreros, y en sus librerías se pueden conseguir primeras ediciones de importantes escritores latinoamericanos, así como ediciones especiales.
Las revistas que editan poesía en Colombia también corresponden a proyectos personales. Entre ellas podemos nombrar a Puesto de Combate, fundada en 1972, en Manizales, es dirigida por Milcíades Arévalo, hoy desde Bogotá. Ulrika, que es un proyecto editorial fundado hacia finales de 1980 por estudiantes de universidades colombianas como la Nacional, los Andes y la Pedagógica Nacional, bajo la dirección del poeta Rafael del Castillo, y Común presencia, dirigida por Gonzalo Márquez, también en Bogotá. Por supuesto, también la Casa de Poesía Silva edita una revista de aparición anual. En Tuluá (Valle del Cauca) el poeta Omar Ortiz edita la revista Luna Nueva, que lleva 31 números, y es un claro ejemplo de cómo las empresas individuales, sin muchos apoyos, y con muy buena calidad, promueven la poesía en un radio de todas maneras amplio. Omar Ortiz y su equipo editorial publican tanto poetas colombianos, como latinoamericanos, como europeos, ensayos y artículos, siempre acompañados por alguna propuesta de ilustración llamativa. La Revista Prometeo, editada por la Corporación Prometeo, que dirige el festival internacional de poesía de Medellín, es una revista de alta calidad en diseño y edición. Está destinada a publicar las memorias del festival que se realiza en el mes de junio, anualmente, pero no de manera exclusiva. También publica números monográficos, ilustraciones de importantes artistas nacionales (Antonio Samudio, José Antonio Suárez), poetas nuevos, ensayos, entrevistas y crítica. Como Revista de poesía, ha tomado el lugar de ser la más importante de las editadas en este momento en el país. El Magazín Dominical del diario El Espectador, que existió hasta mediados de los años 90, fue un importante promotor de la poesía en Colombia, de poetas jóvenes, sin publicaciones, y también de poetas consagrados, nacionales, extranjeros, etc., así como de ensayos, discusiones, entrevistas, eventos. Por muchos años ocupó el lugar de ventana del país que comunicaba hacia adentro y hacia fuera lectores, escritores y poetas.
La Revista Golpe de Dados, con sede en Bogotá, existe desde 1972, fue creada y dirigida por el poeta Mario Rivero hasta el año 2009, fecha de su muerte y constituye una institución en el país. Su comité de dirección comprende poetas de diversas orientaciones, algunos fallecidos, otros activos: Aurelio Arturo, Fernando Charry Lara, Pedro Gómez Valderrama, José Emilio Pacheco, Hernando Valencia Goelkel, Álvaro Mutis, Jorge Gaitán Durán, Jorge Guillén, Giovanni Quessep, Eduardo Escobar, Nicolás Suescún, entre muchos otros. En esta revista muchos poetas extranjeros han sido divulgados en Colombia por primera vez, así como poetas colombianos, reflexiones y discusiones sobre distintas poéticas de distintas épocas.
***
Más que un panorama de la poesía colombiana actual, quiero hablar de lo trazado por cuatro poetas, cuya escritura se ha entroncado profundamente con la historia y las contingencias contemporáneas, no importa que tres de ellos hoy estén muertos. Luis Vidales, Aurelio Arturo, Héctor Rojas Herazo y Giovanni Quessep son poetas de gran calidad estética y con su trabajo han señalado rumbos y posibilidades a los escritores que hoy se encuentran en plena producción.

LUIS VIDALES O LA IRONÍA

Poeta, ensayista y político quindiano (Hacienda Río Azul, Calarcá, 1900 Bogotá, junio de 1990). En vida, siempre se afirmó que Luis Vidales había nacido en 1904; pero luego de su muerte, se ha dicho que 1900 es el verdadero año de su nacimiento. Hijo de un educador, Vidales encontró en el medio familiar el ambiente propicio para su vocación literaria. En 1926, los intelectuales colombianos consideraban que tenían que pensar como los europeos antes del modernismo. En medio de esa quietud de fotografía surgió Luis Vidales con su más importante libro Suenan timbres. Pasarían 50 años antes de que Suenan timbres volviera a editarse. Fue miembro fundador del Partido Comunista, se dedicó a la cátedra universitaria y la literatura ensayística. Muchas veces fue detenido por sus actividades políticas. Viajó por Europa y la Unión Soviética. Fue expulsado de su cátedra en la Universidad Nacional en 1945. Residió en Chile entre 1953 y 1960. Otros de sus libros de poesía son: Poemas del abominable hombre del barrio Las Nieves (1985), Antología Poética (1985) y El libro de los fantasmas (1986). En prosa publicó: Tratado de Estética (1945), La insurrección desplomada (1948), La circunstancia social en el arte (1973) e Historia de la Estadística en Colombia (1978). Vidales recibió el Premio Nacional de Poesía por reconocimiento de la Universidad de Antioquia en 1982, y el premio Lenin de la Paz en 1983.
Su poesía significó una ruptura con respecto a las acartonadas formas que había asumido la poesía en Colombia, interesada hasta ese momento en cumplir con todas las normas del ritmo y de la adjetivación heredadas del siglo anterior.
En su poesía se pasea campante la ironía, a veces sutil, a veces mordaz, siempre un pellizco que alerta al lector obligándolo a preguntarse por lo que considera realidad:


Viaje con aventura

Ayer no más salió mi alma
-en viaje de recreo-
hacia sus países abstraídos.
Y ahora vuelve coja,
porque en mitad de la jornada
le sobrevino un ataque de reuma.
Como es lógico
le prohibí salir de casa.
Y en su aburrimiento
siento como se estira
y se encoge
la pobrecita.[1]

En la poesía de Luis Vidales hay un gran movimiento, característica que la ubica en un lugar privilegiado en lo que tiene que ver con la poesía que se escribe inclusive hasta el día de hoy en Colombia, donde por diferentes vías, pero siempre con la sombra de la guerra y de la violencia, la palabra ha ido acogiendo un papel de simple constatación, en unos casos con desmedro a la imaginación, en otros afortunadamente no.
Pero volviendo a Vidales y su gran movimiento de imágenes, las hay de la memoria:

Las pisadas

La mujer ha pasado
pero sus pasos
se quedaron sonando para siempre dentro de mí.
¿En qué seres ya muertos
repercutiría el ruido de sus pasos
cuando era niña?[2]

Hay otros movimientos que son de la pura imaginación, como cuando Vidales se encuentra a un hombre que: (…) tendió hacia mí sus brazos, que había desnudado hasta los codos, y con las manos abiertas comenzó a sustraer de mi cuerpo unos hilos semiinvisibles. (…) Yo caí sin sentido (…). Cuando me levanté, no podía sostenerme (…). ¡Aquel hombre me había robado el equilibrio! [3]
Hay otros movimientos que son de pura irreverencia: Las cruces que hay en el mundo/ son trampas puestas por los hombres/ para cazar a Jesucristo.// Es verdad que el diablo le tiene miedo a la cruz/ pero Jesucristo le tiene mucho más miedo/ y huye donde ve una.// Esto le ocurre/ desde aquella vez/ que le pusieron esa CONDECORACIÓN/ tan grande/ que se enredó en ella/ y se murió.// Y sin embargo/ Jesucristo ha sido siempre/ a través de todos los tiempos/ el más perfecto// MAROMERO.// Eso es. [4]
Del mismo modo que las sombras, los árboles, los gatos y las nubes, en Luis Vidales hay un gran movimiento del tiempo: El calendario es el único árbol del mundo que sufre de otoño recurrente. Tanto movimiento hay, que parece una respuesta a la quietud que lo rodeaba en su juventud; cada frase, cada imagen nos da una atmósfera nueva y distinta con respecto a la anterior. Aún en el intento de encuadrar el paisaje de su ventana, el poeta no encuentra sino el cambio y descubre un cuadro en el que pueda ver la sucesión de las estaciones, los días de sol y de lluvia, la aparición de las primeras estrellas.
Mucho debió molestar a la sociedad, en medio de las “buenas maneras”, europeizantes e inocuas que estaban de moda en la poesía, el hecho contundente de esta escritura:
Los bogotanos están atravesando en estos momentos por un idiotismo sin disidencias. O Pido la palabra para declarar que sería extraordinario descubrir una crítica sin críticos o En este país, debemos llorar a los vivos más que a los propios muertos. [5]

AURELIO ARTURO O LA PALABRA


Aurelio Arturo nació en la Unión (departamento de Nariño, al sur de Colombia), en 1909 y murió en Bogotá, en 1974.
Abogado de oficio, su producción se reúne en un libro y otros poemas sueltos, donde, no obstante, está contenida una de la mayor poesía colombiana.
Morada al sur contiene 14 poemas, y aparte hubo 18 poemas más, que Arturo nunca reunió en un libro.
No perteneció a ninguna corriente literaria, a pesar de haber unido su nombre al movimiento de Piedra y Cielo, movimiento literario que en Colombia buscó una renovación creativa acudiendo al modernismo de los hispanos. Sus influencias habría que buscarlas más bien en la poesía anglosajona, afirma Fernando Arbeláez, poeta colombiano, en su ensayo “Aurelio Arturo: Morada al sur [6]. Su poesía se conserva hasta el día de hoy como una fuente excepcional, que sigue surtiendo efectos en las generaciones posteriores.
Ligada con fuerza a un entorno natural, la poesía de Aurelio Arturo es además de una contemplación de la tierra, un testimonio de la presencia del hombre en ella, de su esencia como parte de las luchas vegetales y minerales. No obstante, no se puede interpretar como una lectura naturalista, la presencia del hombre aquí se trata igualmente de una cultura, en este caso, la campesina. Fernando Arbeláez resalta este hecho pues en la literatura colombiana en general, la naturaleza es selvática: representa la lucha más feroz, casi siempre se utiliza como símbolo o telón de fondo de la violencia que se ha enseñoreado en el país desde hace casi cinco décadas, mientras que en Aurelio Arturo se realiza una convivencia, que no por no ser feroz, es necesariamente tranquila.
Quiero mostrar tres ámbitos de la poesía de Aurelio Arturo, tres instancias que hallo en su lectura. Podemos asistir al canto de la naturaleza en su más puro lenguaje: el estadio puramente natural, vegetal, atmosférico.


Oíd el canto dulce de las tierras de nadie.
Tanta belleza es cierta, viva, sensual, sencilla,
no obstante, todo aquí habla de otras tierras más dulces,
todo es aquí presencias y hablas de maravilla.[7]


Palabra enlazada a la música de los elementos naturales, la ensoñación de Arturo nos lleva por paisajes, árboles y aguas de una belleza que es única en la poesía colombiana.


te hablo de una voz que me es brisa constante,
en mi canción moviendo toda palabra mía,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan
dulcemente,
toda hoja, noche y día, suavemente en el sur. [8]


Hay otro ámbito, ya cultural, que aparece sin cortar la cadencia de las primeras imágenes: mas no es un hombre contemplativo el que encontramos aquí, es el hombre en el trabajo. Es tanto símbolo de la presencia de una cultura, como la de un ser que se reconoce en los elementos naturales:


Trabajar era bueno. Sobre troncos
la vida, sobre la espuma, cantando las crecientes.
¿Trabajar un pretexto para no irse del río,
Para ser también el río, el rumor de la orilla?
Juan Gálvez, José Narváez, Pioquinto Sierra,
como robles entre robles… Era grato,
con vosotros cantar o maldecir, en los bosques
abatir avecillas como hojas del cielo.
Grata fue la rudeza. [9]


Parecería que Arturo habla de la tierra, precisamente para hablar de la lucha del hombre.
Luego vemos aparecer la relación del hombre con ese entorno, relación de comunión y de fraternidad, donde Aurelio Arturo ni elige ni obliga a elegir, naturaleza y hombre simplemente son, existen en un encuentro esencial.


Y pensaron: el sol es nuestro, nuestro sol,
nuestro padre, nuestro compañero
que viene a nosotros como un simple obrero.
Y se durmieron con un sol en sus sueños. [10]


Qué actitud más armónica se puede esperar que el hecho estético y existencial de irse a dormir con el sol como compañero de faenas. Irse con lo uno, la noche, sin abandonar lo otro, el sol. En los versos de Aurelio Arturo vive el hombre en su más noble inclinación. Sin embargo, esto no niega que pueda suceder lo más terrible, que en esas “dulces tierras de nadie”, lo terrible se haga presente y nos interrogue:


No cae la yerba
no
como las gotas de fuego
que llovieron sobre las ciudades de la planicie:
se arrastra
se desliza
y se quiebran las columnatas
porque ha llegado el reino oscuro y áspero
y el hombre está lejos
o yace bajo la yerba. [11]


Signo inequívoco de la presencia del hombre, no de su ausencia, como atestiguan muchas gramáticas contemporáneas, la palabra en Aurelio Arturo es precisa, suficiente y exacta: atributos que solamente pueden alcanzar muy pocos. Iniciamos este recorrido por la palabra que habla de la naturaleza más pura, pero he aquí que llegamos a una instancia que parece una inversión total: en la siguiente frase, parecería que la naturaleza surge del hombre, de la presencia humana, de unas mujeres, en este caso, depende el desenvolvimiento de la noche:
Oigo crecer las mujeres en la penumbra malva
Y caer de sus párpados la sombra gota a gota.
El último estadio de su poesía que quisiera mostrar es, por si hiciera falta, su gran compromiso con la palabra. El autor hace una declaración de su vocación por la palabra, vocación de la cual dan testimonio sus poemas, y también su ética ante la vida: entre los poetas con quienes compartió lecturas y tiempos, es común la opinión sobre su presencia reservada y sin embargo llena de conocimientos sólidos y profundos, su distancia de los ademanes de protagonismo y su certeza en el empleo del lenguaje. Leamos entonces el poema Palabra, para cerrar este pequeño comentario sobre el poeta Aurelio Arturo.


nos rodea la palabra
la oímos
la tocamos
su aroma nos circunda
palabra que decimos
y modelamos con la mano
fina y tosca
y que
forjamos
con el fuego de la sangre
y la suavidad de la piel de nuestras amadas
palabra omnipresente
con nosotros desde el alba
y aun antes
en el agua oscura del sueño
o en la edad de la que apenas salvamos
retazos de recuerdos
de espantos
de terribles ternuras
que va con nosotros
monólogo mudo
diálogo
la que ofrecemos a nuestros amigos
la que acuñamos
para el amor la queja
la lisonja
moneda de sol
o de plata
o moneda falsa
en ella nos miramos
para saber quiénes somos
nuestro oficio
y raza
refleja
nuestro yo
nuestra tribu
profundo espejo
y cuando es alegría y angustia
y los vastos cielos y el verde follaje
y la tierra que canta
entonces ese vuelo de palabras
es la poesía
puede ser la poesía [12]


GIOVANNI QUESSEP O LA FÁBULA


Poeta y ensayista colombiano nacido en San Onofre, Sucre, en 1939. Estudió Filosofía y letras en la Universidad Javeriana de Bogotá, y en Italia se especializó en poesía del Renacimiento y Lectura Dantis. Desde 1992, es Doctor Honoris Causa en Filosofía y letras de la Universidad del Cauca, de la cual es profesor de Literatura. Entre su amplia obra poética se cuentan las siguientes publicaciones: Después del paraíso en 1961, El ser no es una fábula en 1968, Duración y leyenda en 1972, Canto del extranjero en 1976, Madrigales de vida y muerte en 1978, Muerte de Merlín en 1985, Un jardín y un desierto, 1993 y Antología poética en 1993. En el año 2000, el Fondo de Cultura Económica en México publicó la antología El Libro del encantado y Brasa lunar obtuvo el Premio Nacional de Poesía José Asunción Silva 2004.
"La poesía de Quessep -afirmó el también poeta colombiano Fernando Charry Lara- se expresa, tensa, serenamente, en imágenes de tiempo perdido u olvidado, entre sombras que son más del símbolo o la leyenda, con materia de instantes de los que se ha apoderado para siempre la fijeza. Desconfía de la retórica versolibrista pero no se encarcela en estrecheces. Tiene la libertad del que sueña y sobre todo, la de aquel que despierta de los sueños".
La poesía de Giovanni Quessep se mueve en el filo que hay entre la vida y la muerte, a veces en la contemplación, a veces en el tránsito de un camino, ida y vuelta, con las razones que encuentra en un lado para llevarlas hacia el otro, en forma de fábula, de canto, de encantamiento. Nunca interesado en registrar lo real, no opta sin embargo por ignorar la realidad, solamente apuesta por expresarla de una manera transfigurada, como corresponde a la lírica, según sus propias palabras. De origen libanés, Giovanni Quessep acude a la esencia de los significados heredados del padre para expresar los referentes de una infancia que se ha vuelto eterna. Así, una elección que supondría una exclusión de los asuntos reales y cotidianos, se convierte en un crisol único dentro de la poesía colombiana. Ese deseo de fábula en un origen que se extiende hasta la muerte, se expresa muy claramente en el poema Juguetes.


El aljibe agrietado persevera,
polvo y azul, en este mediodía.
Los niños descendemos, y en su fondo
encontramos juguetes de hojalata,
un tapiz que se teje solo, pájaros.
Esto que es el pasado nos otorga
su rumor y misterio, y reiniciamos
largas navegaciones por su cielo.
Venga la muerte así, como ha venido
la infancia en un juguete; y encontremos
al bajar por la sombra a su floresta
un tapiz que se teja eterno, fábulas. [13]


Quizá la fábula sea la respuesta para el desconsuelo, para el dolor, pues el poeta no lo niega. Existe y es el más fuerte. Pero el desconsuelo sin divertimento es pura aridez, y la sola realidad una pócima, como afirma en el poema Muerte de Merlín:


Entre bosques el reino ha concluido.
No tiene sino puertas con herrumbre.
El sortilegio era falso, los encantadores
Yacen bajo el espino blanco.
Sin embargo –para quien pueda ver
A través de sus párpados de escarcha-,
Existe un rincón desconocido
Que brindan la constelación y la rosa.
Aquí el laurel no habita
Sino el veneno azulado de la mandrágora,
Y el tiempo guarda sus libélulas
Para dorar los ojos de los muertos. [14]
Sea este el punto para tocar otro tema que atraviesa la poética de Quessep y es el tiempo. Ese tiempo que únicamente lleva a la muerte, como el aljibe de la infancia, se sabe inexorable, y no por querer cambiarlo, el poeta lo habita. Al contrario, es en el tiempo donde encontramos los seres de la fantasía, el amor, el polvo, la luz, la rosa. El poeta lo asume y además alerta a quien se demora en el encuentro:


La alondra y los alacranes


Acuérdate muchacha
Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás el canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Espérame desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Que el tiempo colecciona mariposas. [15]


Habitar el tiempo con la propia historia, que es la leyenda, y no negarle nada al mundo que se abre cuando nos asomamos al patio, al jardín, al silencio de la noche. Ese tiempo habitado por el deseo de belleza y de canto, es también habitado por la necesidad de entrar en gran relación con la muerte. Las imágenes de Quessep son muy ricas no sólo por el tono que le confieren a su poesía, sino porque señalan el camino de tal relación con la muerte. Como en la muerte hay leyenda, el poeta traza en el camino las señales que lo llevarán a sus ensueños. Y entonces:
Para hacerte a la música
Necesitas de todo, de los caminos grises,
de las hondas penumbras
o las luces del alba,
de pájaros que cantan aún en el silencio;
necesitas del cielo
y la hoja de otoño,
de unas manos vacías o el amor que no vuelve,
de la blancura de la nieve;
necesitas de todo para el sueño,
para hacerte a la música de los azules más distantes,
para que al fin tu alma
tenga confianza en la muerte. [16]


Todo esto que se necesita para morir, no es más que la muerte que hace parte de la vida, a la que el poeta nombra con tanta exigencia. Pero creo que además niega que sepamos. Por eso lo necesitamos todo, es que no sabemos, y sólo si buscamos el color y la música de la leyenda, estaremos en la vía de acceder a “la floresta magnífica”. ¿Pero en realidad se refiere al saber esto que se presenta como música, como polvo y como azul?
Un aspecto esencial de la poética de Giovanni Quessep y que no alcanzaré a tratar aquí es la fuente de la que se ha nutrido desde sus inicios: es la fuente mitológica, de las Mil y una noches, la literatura fantástica como la de la Bella Durmiente, y en general todos los cuentos fantásticos de la infancia, la Odisea, la Divina Comedia, la procedencia de su padre y de sus antepasados. El poeta no los entiende como recursos literarios, tampoco referencias bibliográficas. Son su fuente, lo que él ve, lo que él siente. Muchas veces ha sido interpretado como un poeta hermético, dificultad que se disuelve un tanto si hacemos el esfuerzo de entender sus imágenes. Así, “los azules más distantes” del poema Para hacerte a la música adquieren otra connotación, entendiendo que el azul es el color del luto en la cultura árabe y que Quessep realiza una recreación y una deriva de los temas y las imágenes que lo han nutrido para ser un poeta del encantamiento.

ROJAS HERAZO O EL HOMBRE


Héctor Rojas Herazo nació en Tolú, Sucre, departamento al norte de Colombia, en la costa atlántica, y murió en Bogotá, en 2002. Poeta, novelista, periodista y pintor, es uno de los artistas colombianos de mayor relevancia. Entre sus libros se cuentan: Rostros de la soledad (1952), Tránsito de Caín (1953), Desde la luz preguntan por nosotros (1956), Agresión de las formas contra el ángel (1961), Las úlceras de Adán (1995) y Candiles en la niebla (2006). Escribió las novelas Respirando el verano (1962), En noviembre llega el arzobispo (Premio Esso de literatura, 1967) y Celia se pudre (1986). Como periodista colaboró en diferentes diarios y como pintor expuso en más de sesenta ocasiones su obra, en el país, y en el exterior. En la poesía de Héctor Rojas Herazo se dan cita todas las preocupaciones del hombre contemporáneo, la existencia y las preguntas a Dios, las dudas sobre Dios y la gran caída que significa aceptar toda vida en la tierra. “Antes de él, son abundantes los poemas galantes a las partes más pudorosas del cuerpo de la amada. Héctor Rojas Herazo será el primero en construir su poesía sobre la cruda y acezante materialidad del cuerpo. En esta poesía hay un olor vivo, a saliva, a sudor, a orina; hay uñas y dientes, hay hueso y entrañas (…)” (Darío Jaramillo). “Por primera vez en la poesía colombiana se concibe al hombre como una unidad biológica y social: a cada momento estamos ante quien nos recuerda que no estamos hechos solamente de las dulces maneras del alma y del sueño: también de orines y semen y glándulas (…)” (García Usta).[17] El ámbito en el que vive ese cuerpo tan cuerpo, tan vivo y sufriente, contiene la magia de los objetos vivos, y por eso no es extraña a la poesía de Héctor Rojas Herazo este 
interrogarse a propósito de los muebles:


Ese tal ¿cómo estás?, ¿cómo me sientes?,
¿cómo se cuela el día?
¿qué tal sigue la flor de tus pulmones?
Me saludan, me abrazan, me deshacen,
se llevan mis mejillas y mi pelo,
me gastan y los gasto,
les estrujo el color, les sorbo sus olores,
nos cambiamos las glándulas de esquina,
pómulos por vitrinas y tacones,
nos chupamos los hombros y las manos,
alimentamos luces de anillos,
cuero de carteras.
Abrimos una puerta. El picaporte
nos pide las medidas.
La cerradura chupa nuestra mano. [18]
El mundo caribe de donde procede Rojas Herazo es el mismo de donde procede su poesía, el hombre y la mujer que se miran y que él mira, las florestas, el aire, los animales y la luz. Alguna vez interrogado sobre los orígenes de su escritura, Rojas Herazo definió que escribía “desde un patio”, el patio de su infancia, el de las casas de la costa atlántica, donde adentro y afuera se conjugan y se confunden en su función de conectar el hombre al cosmos.


La casa entre los robles


A un ruido vago, a una sorpresa en los armarios,
La casa era más nuestra, buscaba nuestro aliento
Como el susto de un niño.
Por sobre los objetos era un dulce rumor,
Una espina, una mano,
Cruzando las alcobas y encendiendo su lumbre
Furtiva en los rincones.
El sonido de un hombre, el retrato,
El reflejo del aire sobre el pozo
Y el día con su firme venablo sobre el patio.
Más allá de las campanas, el humo de los cerros
Y en un dulce y liviano confín, entre la brisa,
El pájaro y el agua levemente cantando.
Todos allí presentes, hermano con hermana,
Mi madre y la cosecha,
El vaho de las bestias y el rumor de los frutos.
Adentro, el sacrificio filial de la madera
Sostenía la techumbre.
Una lluvia invisible mojaba nuestros pasos
De tiempo rumoroso, de fuerza,
De autoridad y límite. [19]


Este fragmento nos da una imagen muy precisa del adentro y del afuera que se mezclan en la poesía de los patios, en la poesía de Rojas Herazo.
Habíamos dicho que un tema esencial en la poética de Rojas Herazo es el religioso. El hombre atravesado por el mito es una de las presencias más fuertes en toda la poesía y la novela de Héctor Rojas. Creyente, ateo o en la profunda duda, el hombre tiene que vérselas con su religiosidad como es, en el terror y en la esperanza, en la inconmensurabilidad de un mandato o en su despreciable simplicidad. El hombre debe verse como ese ser de barro que piensa a Dios, lo inventa, y lo perdona.


Las Ulceras de Adán


La bárbara inocencia,
los ojos indecisos y las manos,
el horror de vagar sin un delito.
Y él se golpeaba el pecho, se decía,
yo suspiro otra cosa, yo quisiera,
mientras Dios, en el viento, respiraba.
Lo inventó una mañana
(en esto consistió el privilegio)
y olfateó su terror, sus crímenes, su sueño.
Entonces conoció la alegría de no ser inocente.
Y se apiadó de Dios
y lo hospedó en sus úlceras sin cielo. [20]


Sea el final de este trabajo, el momento para hablar de una reflexión que me llega después del recorrido: quizá la imagen de la casa, en especial, de la Casa entre los robles que enmarca esta pequeña presentación, sea el símbolo de la búsqueda de un orden que no encontramos en la casa real que habitamos. Colombia sufre de desorden, de guerra, de falta de imaginación y de falta de palabra, y los poetas, con sus cuatro pilares de ironía, palabra, imaginación y nobleza nos han dado una en qué habitar. “En poema habita el hombre”, ha dicho Martin Heiddegger, en referencia al lenguaje que es necesario conocer, adquirir y dominar para alcanzar la humanidad; no basta con ocupar un espacio, casi ni siquiera basta con nombrar el territorio, si sobre él no se alza la casa del lenguaje, y no cualquier lenguaje, el lenguaje poético que implica trascender.
* Sicóloga y escritora de poesía y ensayo. Libros publicados: Seres que nunca mueren, cartilla de lectura en edición bilingüe destinada a las escuelas indígenas paeces del departamento del Cauca (1997, reditado en 2006) y del libro de poesía Las alas muertas (2006).


[1] Viaje con aventura. En Suenan timbres. Colección de poesía. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2004.
[2] En Suenan timbres. Op. Cit.
[3] El enigma. En Suenan timbres. Op. Cit.
[4] Cristología. En Suenan timbres. Op. Cit.
[5] Visiones del carajete. En Suenan timbres. Op. Cit.
[6] Aurelio Arturo: Morada al sur, Fernando Arbeláez, en Aurelio Arturo: Morada al sur y otros poemas. Edición de Santiago Mutis Durán. Procultura. Bogotá. 1986.
[7] Tierras de nadie, en Aurelio Arturo: Morada al sur y otros poemas. Op.cit.
[8] Morada al sur, en Aurelio Arturo: Morada al sur y otros poemas. Op.Cit.
[9] Rapsodia de Saulo. En Aurelio Arturo: Morada al sur y otros poemas. Op. Cit.
[10] Sol. En Aurelio Arturo: Morada al sur y otros poemas. Op. Cit.
[11] Yerba. En Aurelio Arturo: Morada al sur. Op. Cit.
[12] Palabra. En Aurelio Arturo: Morada al sur. Op. Cit.
[13] En Libro del encantado. Antología. Fondo de Cultura Económica. México. 2000
[14] En Libro del encantado. Op. Cit. Ver también Imaginación y oficio. Conversaciones con seis poetas colombianos. Bonnett, Piedad. Universidad de Antioquia. Medellín. 2003.
[15] En Libro del encantado. Antología. Fondo de Cultura Económica. México. 2000.
[16] En Libro del encantado. Op. Cit.
[17] Héctor Rojas Herazo. Jaramillo Agudelo, Darío. En García Usta, J. Visitas al patio de Celia. Medellín: Lealón. 1994.
[18] Los salmos de Satanás. En Las esquinas de viento. Antología. Medellín. 2001.
[19] En Las esquinas del viento. Héctor Rojas Herazo. Medellín. Fondo Editorial Eafit. 2001.
[20] En Las úlceras de Adán. Héctor Rojas Herazo. Editorial Norma, Colección Poesía, Santafé de Bogotá. 1995.