¿Una estatuilla esbelta,
ágil,
retorcido manojo
de líneas irónicas?
Sí.
¿Unos versos rimados
– o no –
trapecio
donde el humorismo
– cabezón payaso –
desdoble una cabriola?
Sí.
¿Un dibujo
de dibujante bizco,
de un sombrero
y unas botinas,
y en medio un señor
tembloroso
como visto a través de un vidrio ondulado?
Sí.
¿Un ritmo burlón
que llegue y cruce por el alma
como un pájaro
por un lugar abigarrado
de paisajes?
¡Oh! sí.
Todo muy bello
y muy recomendable
para las orejas
de todos los tamaños
y para las entendederas
de toda circunferencia.
Pero más bello
y más recomendable sería
edificar un palacio
– desmesurada arquitectura –
en espiral,
que bajo el cielo incólumne
y sin ningún viso de mejoría
se alzase siempre, siempre,
ligeramente irónico
ya sabemos contra quién.
Sección "Curva"
2a. Edición, 1976
Colcultura, p. 140