4/3/11

J. L. Díaz-Granados: Entrevista con Luis Vidales


Yo visito a Luis Vidales como otros van al cine, al teatro o a la ópera: con el objeto de asistir a un espectáculo estético, en este caso, de la inteligencia. Hace muchos años, ya no recuerdo cuántos, veinticinco o más, vengo haciéndolo con regular frecuencia, cada vez más asombrado de su lucidez y resistencia física, admirado al observarlo fumar un cigarrillo tras otro y beber aguardiente en unas cómodas copas rusas de madera, sin que ello le produzca mayores daños en un cuerpo que ha soportado durante 86 años la centuria más accidentada y tormentosa de la historia y una procelosa trayectoria colombiana sin paralelo en el mapamundi contemporáneo.

Bondadoso, culto, sarcástico, irreverente, este poeta y ejemplar humano único en su especie, apenas sale a la calle. Permanece todo el día recluido en su apartamento de Teusaquillo, recostado, leyendo, fumando y viendo televisión. “Son muy malos los programas, pero a veces hay cosas buenas”, dice seriamente.

Afirma que hace meses no escribe. Anda un poco escéptico ante los últimos acontecimientos del mundo. “El dinero ha corrompido el alma del hombre desde hace cinco mil años. Todo está corrupto. Lo ocurrido en Europa Oriental es por el dinero. ¿Por qué se fugan los alemanes del Este para el otro lado? Seducidos por el dinero. La perestroika es el suceso más extraordinario de este tiempo, y Gorbachov está tratando de limpiarle un poco el alma al hombre. Pero no va a poder limpiársela completamente. Ya es algo, sin embargo, intentar limpiarla”.

– ¿Qué está leyendo ahora?

La hija del capitán, de Pushkin. Es algo formidable.

– ¿Y escribiendo?

– Nada. Yo ya escribí todo lo que tenía que escribir. Ahí están más de 20 libros inéditos. Suficiente.

Vidales es una de las figuras literarias y políticas más importantes y controvertidas de este siglo en Colombia. Nacido en la Hacienda “Río Azul”, cerca de Calarcá, el 26 de julio de 1904, a los 86 años ha recorrido el mundo ancho y propio; ha desempeñado diversos empleos, desde oficial 8º de la Estadística hasta presidente de la Unión Nacional de Oposición (UNO) en Cundinamarca, y ha “visitado” en calidad de preso cerca de 40 cárceles colombianas, desde la iniciación del gobierno liberal de Olaya Herrera hasta el del presidente Turbay Ayala, cuando su residencia fue allanada una madrugada y el poeta fue llevado a las caballerizas de Usaquén con los ojos vendados, hasta que gracias a la presión nacional e internacional tuvo que ser dejado en libertad.

– Esa fue una experiencia maravillosa –dice riendo–, porque siempre que me han metido a la cárcel monto mi escuela de marxismo y comienzo por dictarle mi catecismo a los propios oficiales y soldados. Cuando el teniente me trajo de regreso a mi casa lo invité a un whisky. Estábamos encantados hablando. Los soldados me decían: “Qué lástima que no podamos decirle: ¡que vuelva!”.

Trabajó cuarenta años en labores estadísticas y vivió exiliado ocho en Chile, entre 1952 y 1960.

– ¿Cómo compaginó la actividad poética con la estadística?

– No hay nada separado en el universo. Fue el Renacimiento, hoy de capa caída, el culpable de la disociación de las cosas. Los estudios históricos están ahora acompañados de la estadística, en cuanto a la comprobación demográfica del pasado. Poesía y estadística son búsqueda de lo secreto o desconocido y la emoción ante el hallazgo es exacta. Basta tener un poco de sensibilidad.

– ¿Pero no considera que la poesía es incompatible, por ejemplo, con la matemática?

– No. Usted sabe que la música es una de las formas más altas de la poesía por ser sobremanera ritmo, y el ritmo se hermana con la alta matemática. El griego Xenakis, creador de la música “estokástica”, hace sinfonías o estructuras sonoras en computador, tal como su obra Pithoprakta, basada en la fórmula matemática de Maxwell-Volta. ¿Y no juntaba Mallarmé música y poesía? Pero no sólo en este campo se da esta conjunción. También en las artes plásticas. En el viejo Egipto, la estatua de Memnón producía armoniosos sonidos no bien aparecía el sol. Cambises hizo romper la escultura para descubrir el misterio. Pero la obra continuó cantando. Dos siglos y medio después, Septimio Severo ordenó repararla y volverla a su pedestal. En fin, repitamos que música es ritmo y ritmo (no rima) es poesía. Y la poesía encierra todas las creaciones más altas del entendimiento humano.

– Usted ha dicho en alguna parte que la expresión poética es una síntesis, una condensación equivalente al átomo, al diamante o a la revolución. ¿Qué quiere decir con esta afirmación?

– Desde ese punto de vista yo vivo aplicando este fenómeno de síntesis a todas las cosas que me pasan por la cabeza. Yo pienso, por ejemplo, que “la fuerte corriente eléctrica de la vida mató un día a Volta”. Y se me ocurren frases como estas:

“A Laplace, el astrónomo, se le apagó la estrella un día, cuando se murió”. “Los Cabot patearon la bola de la tierra y descubrieron a los Estados Unidos”. “Newton cayó del vientre de su madre y descubrió la ley de la gravedad”. “Pese a la Vía Láctea no hay leche en la vasija de los colombianos”. Y esta otra: “El machismo comenzó cuando inventaron que Dios era hombre”.

En 1926, Vidales viajó a París a estudiar Economía y Sociología. Poco después vivió en Italia como diplomático. “El embajador era el expresidente conservador José Vicente Concha. No se despegaba de su botella de cogñac. Y hablaba obsesivamente contra los norteamericanos. Era antiyanki radical, por lo de Panamá”.

Se entrevistó brevemente con Benito Mussolini, quien cometió el disparate de decirle que Colombia era “una república banana de Centroamérica”. A punto de rectificarle, alguien oportunamente lo codeó para evitar un disgusto del famoso Duce.

– ¿Cuáles son sus autores predilectos?

– Son muchos. Y de una variación infinita. En primer lugar, dentro de la que se llama la civilización occidental, me salta a la vista el gran poeta del Medioevo francés, Francois Villón. Es algo que me abruma. Y luego, en el siglo pasado, ahí veo a Rimbaud. No hay ningún movimiento poético del mundo de hoy que se escape a la lección de Rimbaud, que dejó –usted lo sabe, como poeta que es–, su militancia poética a los 19 años, pero dejó una orientación, un norte. En Colombia hay zonas vitandas para la crítica oficial. Cito el caso espectacular de Julio Flórez. A este poeta se le saca de las antologías, se le estigmatiza, pero en la trastienda, cuando están tomando aguardiente, los colombianos recitan a Julio Flórez. Esa dinámica tiene que ver algo con el espíritu del colombiano.

– ¿Pero qué era lo que realmente le ocurría a Flórez?

– Tratando de descubrir qué era lo que le pasaba a Julio Flórez, veo que cuando él empezó su prédica poética hacia 1896 o un poco después, en Colombia había una crisis del comercio tremenda, que fue antesala de la toma de Panamá. Entonces al colombiano le sabía la vida a ceniza y no veía las cosas sino de una manera angustiosa y terrible. Y Julio Flórez, como hace todo poeta que oye su contorno, cantó las calaveras de la muerte, cantó sus huesos, sus fémures, cantó las arañas en los rincones, cantó, en fin, todo ese arsenal de mal gusto que la época dio a los colombianos. Pero Julio Flórez está arraigado a la vida nacional. Yo tengo unos 5 ó 7 sonetos que he encontrado de este poeta que muestran otro Julio Flórez. Algún día publicaré un artículo que se llame Mi Julio Flórez, para dar a conocer no sólo el poema Yo no soy yo, sino el poema Al átomo, en donde canta cosas que están descubriéndolas ahora en el mundo científico. Luego a Julio Flórez se le debe colocar en el sitio que le corresponde dentro de la vida poética colombiana, que es lo que no ha hecho la crítica en este país.

– ¿Qué siente al acercarse a los 86 años?

– Hace poco vino un amigo mío y me trajo el certificado de Registro Civil de mi nacimiento y allí aparece que yo vine al mundo el 26 de julio de 1900 y no en 1904 como aparece en todas partes. Yo mismo no sé si es en 1900 o en 1904. Pero si es lo primero, que es lo más seguro, entonces voy a celebrar próximamente 90 años... ¿Qué le parece?

Publicada en la revista Gato Encerrado No. 11 - Abril - Mayo - 1990 -
Dirección: Eutiquio Leal, Fernando Soto Aparicio, Jaime Chavarro Díaz

Esta entrevista ganó el Premio Nacional de Periodismo "Simón Bolivar" en la modalidad "Mejor entrevista de prensa 1990".

Fuentes:

Alegría de leer

NTC... Nos Topamos Con...


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