poesía contemporánea en colombia
Trabajo leído en Campeche, Campeche, México, en el marco del X Festival Internacional del Centro Histórico, diciembre de 2006, por María Cecilia Sánchez*.
Comenzaré por describir el ámbito editorial de mi país, que es bastante pobre. La poesía en Colombia, como tantos otros aspectos de la vida cultural, ha sufrido una verdadera caída en lo que a la promoción editorial se refiere. La poesía no se vende, y ese enunciado abarca tanto su dificultad para ser asimilada por el público en la rapidez de la vida social y cultural regidas por el mercado, como las ganancias empresariales que su publicación pueda ofrecer. Entonces, ante las inclemencias del mercado, la decisión de las editoriales ha sido simplemente suprimir las colecciones de poesía que venían sosteniendo. La publicación de poesía depende hoy en Colombia de esfuerzos individuales, o de proyectos institucionales como el de la Casa de Poesía José Asunción Silva, en Bogotá; la Colección de Poesía Universidad Nacional, con las publicaciones Libro Recobrado, destinada a la reimpresión de obras de autores de alta calidad, que incluye textos importantes en la obra de un autor consagrado o que son emblemáticos de una época, Libro inédito, a nuevas obras de autores conocidos o desconocidos, y Obra reunida, a la suma poética de escritores de trayectoria significativa. Así mismo, el departamento de literatura de la Universidad Nacional, dirige una colección de poesía llamada Viernes de poesía y que está destinada a “brindar un escenario a la creación poética en el país”, con cuadernillos de poetas colombianos y de otras latitudes.
También está la colección de la Universidad de Antioquia, departamento del noroccidente del país, cuyo objetivo es el de publicar una colección con las obras y traducciones de destacados poetas contemporáneos y de las nuevas promociones colombianas y la colección Premios Nacionales Universidad de Antioquia, que recoge las obras ganadoras de los Premios Nacionales que otorga la Universidad de Antioquia desde 1979, reconocidos como algunos de los de mayor prestigio nacional, los cuales tienen como objetivo estimular la producción poética. La universidad Eafit, también del departamento de Antioquia, ha llevado también una importante colección de poesía, Acanto. La Universidad (privada) Externado de Colombia, en unión con la revista El Malpensante publica una colección de poetas colombianos de distribución gratuita a los suscriptores de la revista.
Existen varias empresas de edición individuales, como Trilce Editores, dirigida por Guillermo Martínez González, en Bogotá, y Altazor Editores, dirigida por Esmir Garcés, en Neiva, que publican nuevos escritores y ediciones especiales y San Librario, dirigida por Álvaro Castillo y Camilo Delgado, que publica poesía. Estas editoriales permiten a los escritores publicar libros de autores, es decir, libros que son costeados por ellos mismos. Esta modalidad de publicación se ha convertido casi en exclusiva, aparte de las publicaciones que se deben a los premios y concursos nacionales. Además de editores, son libreros, y en sus librerías se pueden conseguir primeras ediciones de importantes escritores latinoamericanos, así como ediciones especiales.
Las revistas que editan poesía en Colombia también corresponden a proyectos personales. Entre ellas podemos nombrar a Puesto de Combate, fundada en 1972, en Manizales, es dirigida por Milcíades Arévalo, hoy desde Bogotá. Ulrika, que es un proyecto editorial fundado hacia finales de 1980 por estudiantes de universidades colombianas como la Nacional, los Andes y la Pedagógica Nacional, bajo la dirección del poeta Rafael del Castillo, y Común presencia, dirigida por Gonzalo Márquez, también en Bogotá. Por supuesto, también la Casa de Poesía Silva edita una revista de aparición anual. En Tuluá (Valle del Cauca) el poeta Omar Ortiz edita la revista Luna Nueva, que lleva 31 números, y es un claro ejemplo de cómo las empresas individuales, sin muchos apoyos, y con muy buena calidad, promueven la poesía en un radio de todas maneras amplio. Omar Ortiz y su equipo editorial publican tanto poetas colombianos, como latinoamericanos, como europeos, ensayos y artículos, siempre acompañados por alguna propuesta de ilustración llamativa. La Revista Prometeo, editada por la Corporación Prometeo, que dirige el festival internacional de poesía de Medellín, es una revista de alta calidad en diseño y edición. Está destinada a publicar las memorias del festival que se realiza en el mes de junio, anualmente, pero no de manera exclusiva. También publica números monográficos, ilustraciones de importantes artistas nacionales (Antonio Samudio, José Antonio Suárez), poetas nuevos, ensayos, entrevistas y crítica. Como Revista de poesía, ha tomado el lugar de ser la más importante de las editadas en este momento en el país. El Magazín Dominical del diario El Espectador, que existió hasta mediados de los años 90, fue un importante promotor de la poesía en Colombia, de poetas jóvenes, sin publicaciones, y también de poetas consagrados, nacionales, extranjeros, etc., así como de ensayos, discusiones, entrevistas, eventos. Por muchos años ocupó el lugar de ventana del país que comunicaba hacia adentro y hacia fuera lectores, escritores y poetas.
La Revista Golpe de Dados, con sede en Bogotá, existe desde 1972, fue creada y dirigida por el poeta Mario Rivero hasta el año 2009, fecha de su muerte y constituye una institución en el país. Su comité de dirección comprende poetas de diversas orientaciones, algunos fallecidos, otros activos: Aurelio Arturo, Fernando Charry Lara, Pedro Gómez Valderrama, José Emilio Pacheco, Hernando Valencia Goelkel, Álvaro Mutis, Jorge Gaitán Durán, Jorge Guillén, Giovanni Quessep, Eduardo Escobar, Nicolás Suescún, entre muchos otros. En esta revista muchos poetas extranjeros han sido divulgados en Colombia por primera vez, así como poetas colombianos, reflexiones y discusiones sobre distintas poéticas de distintas épocas.
***
Más que un panorama de la poesía colombiana actual, quiero hablar de lo trazado por cuatro poetas, cuya escritura se ha entroncado profundamente con la historia y las contingencias contemporáneas, no importa que tres de ellos hoy estén muertos. Luis Vidales, Aurelio Arturo, Héctor Rojas Herazo y Giovanni Quessep son poetas de gran calidad estética y con su trabajo han señalado rumbos y posibilidades a los escritores que hoy se encuentran en plena producción.
LUIS VIDALES O LA IRONÍA
Su poesía significó una ruptura con respecto a las acartonadas formas que había asumido la poesía en Colombia, interesada hasta ese momento en cumplir con todas las normas del ritmo y de la adjetivación heredadas del siglo anterior.
En su poesía se pasea campante la ironía, a veces sutil, a veces mordaz, siempre un pellizco que alerta al lector obligándolo a preguntarse por lo que considera realidad:
Viaje con aventura
Ayer no más salió mi alma
-en viaje de recreo-
hacia sus países abstraídos.
Y ahora vuelve coja,
porque en mitad de la jornada
le sobrevino un ataque de reuma.
Como es lógico
le prohibí salir de casa.
Y en su aburrimiento
siento como se estira
y se encoge
En la poesía de Luis Vidales hay un gran movimiento, característica que la ubica en un lugar privilegiado en lo que tiene que ver con la poesía que se escribe inclusive hasta el día de hoy en Colombia, donde por diferentes vías, pero siempre con la sombra de la guerra y de la violencia, la palabra ha ido acogiendo un papel de simple constatación, en unos casos con desmedro a la imaginación, en otros afortunadamente no.
Pero volviendo a Vidales y su gran movimiento de imágenes, las hay de la memoria:
Las pisadas
pero sus pasos
se quedaron sonando para siempre dentro de mí.
¿En qué seres ya muertos
repercutiría el ruido de sus pasos
Hay otros movimientos que son de la pura imaginación, como cuando Vidales se encuentra a un hombre que: (…) tendió hacia mí sus brazos, que había desnudado hasta los codos, y con las manos abiertas comenzó a sustraer de mi cuerpo unos hilos semiinvisibles. (…) Yo caí sin sentido (…). Cuando me levanté, no podía sostenerme (…). ¡Aquel hombre me había robado el equilibrio! [3]
Hay otros movimientos que son de pura irreverencia: Las cruces que hay en el mundo/ son trampas puestas por los hombres/ para cazar a Jesucristo.// Es verdad que el diablo le tiene miedo a la cruz/ pero Jesucristo le tiene mucho más miedo/ y huye donde ve una.// Esto le ocurre/ desde aquella vez/ que le pusieron esa CONDECORACIÓN/ tan grande/ que se enredó en ella/ y se murió.// Y sin embargo/ Jesucristo ha sido siempre/ a través de todos los tiempos/ el más perfecto// MAROMERO.// Eso es. [4]
Mucho debió molestar a la sociedad, en medio de las “buenas maneras”, europeizantes e inocuas que estaban de moda en la poesía, el hecho contundente de esta escritura:
Los bogotanos están atravesando en estos momentos por un idiotismo sin disidencias. O Pido la palabra para declarar que sería extraordinario descubrir una crítica sin críticos o En este país, debemos llorar a los vivos más que a los propios muertos. [5]
AURELIO ARTURO O LA PALABRA
Abogado de oficio, su producción se reúne en un libro y otros poemas sueltos, donde, no obstante, está contenida una de la mayor poesía colombiana.
Morada al sur contiene 14 poemas, y aparte hubo 18 poemas más, que Arturo nunca reunió en un libro.
No perteneció a ninguna corriente literaria, a pesar de haber unido su nombre al movimiento de Piedra y Cielo, movimiento literario que en Colombia buscó una renovación creativa acudiendo al modernismo de los hispanos. Sus influencias habría que buscarlas más bien en la poesía anglosajona, afirma Fernando Arbeláez, poeta colombiano, en su ensayo “Aurelio Arturo: Morada al sur” [6]. Su poesía se conserva hasta el día de hoy como una fuente excepcional, que sigue surtiendo efectos en las generaciones posteriores.
Ligada con fuerza a un entorno natural, la poesía de Aurelio Arturo es además de una contemplación de la tierra, un testimonio de la presencia del hombre en ella, de su esencia como parte de las luchas vegetales y minerales. No obstante, no se puede interpretar como una lectura naturalista, la presencia del hombre aquí se trata igualmente de una cultura, en este caso, la campesina. Fernando Arbeláez resalta este hecho pues en la literatura colombiana en general, la naturaleza es selvática: representa la lucha más feroz, casi siempre se utiliza como símbolo o telón de fondo de la violencia que se ha enseñoreado en el país desde hace casi cinco décadas, mientras que en Aurelio Arturo se realiza una convivencia, que no por no ser feroz, es necesariamente tranquila.
Quiero mostrar tres ámbitos de la poesía de Aurelio Arturo, tres instancias que hallo en su lectura. Podemos asistir al canto de la naturaleza en su más puro lenguaje: el estadio puramente natural, vegetal, atmosférico.
Oíd el canto dulce de las tierras de nadie.
Tanta belleza es cierta, viva, sensual, sencilla,
no obstante, todo aquí habla de otras tierras más dulces,
Palabra enlazada a la música de los elementos naturales, la ensoñación de Arturo nos lleva por paisajes, árboles y aguas de una belleza que es única en la poesía colombiana.
te hablo de una voz que me es brisa constante,
en mi canción moviendo toda palabra mía,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan
dulcemente,
Hay otro ámbito, ya cultural, que aparece sin cortar la cadencia de las primeras imágenes: mas no es un hombre contemplativo el que encontramos aquí, es el hombre en el trabajo. Es tanto símbolo de la presencia de una cultura, como la de un ser que se reconoce en los elementos naturales:
Trabajar era bueno. Sobre troncos
la vida, sobre la espuma, cantando las crecientes.
¿Trabajar un pretexto para no irse del río,
Para ser también el río, el rumor de la orilla?
Juan Gálvez, José Narváez, Pioquinto Sierra,
como robles entre robles… Era grato,
con vosotros cantar o maldecir, en los bosques
abatir avecillas como hojas del cielo.
Parecería que Arturo habla de la tierra, precisamente para hablar de la lucha del hombre.
Luego vemos aparecer la relación del hombre con ese entorno, relación de comunión y de fraternidad, donde Aurelio Arturo ni elige ni obliga a elegir, naturaleza y hombre simplemente son, existen en un encuentro esencial.
Y pensaron: el sol es nuestro, nuestro sol,
nuestro padre, nuestro compañero
que viene a nosotros como un simple obrero.
Qué actitud más armónica se puede esperar que el hecho estético y existencial de irse a dormir con el sol como compañero de faenas. Irse con lo uno, la noche, sin abandonar lo otro, el sol. En los versos de Aurelio Arturo vive el hombre en su más noble inclinación. Sin embargo, esto no niega que pueda suceder lo más terrible, que en esas “dulces tierras de nadie”, lo terrible se haga presente y nos interrogue:
No cae la yerba
no
como las gotas de fuego
que llovieron sobre las ciudades de la planicie:
se arrastra
se desliza
y se quiebran las columnatas
porque ha llegado el reino oscuro y áspero
y el hombre está lejos
Signo inequívoco de la presencia del hombre, no de su ausencia, como atestiguan muchas gramáticas contemporáneas, la palabra en Aurelio Arturo es precisa, suficiente y exacta: atributos que solamente pueden alcanzar muy pocos. Iniciamos este recorrido por la palabra que habla de la naturaleza más pura, pero he aquí que llegamos a una instancia que parece una inversión total: en la siguiente frase, parecería que la naturaleza surge del hombre, de la presencia humana, de unas mujeres, en este caso, depende el desenvolvimiento de la noche:
Oigo crecer las mujeres en la penumbra malva
Y caer de sus párpados la sombra gota a gota.
El último estadio de su poesía que quisiera mostrar es, por si hiciera falta, su gran compromiso con la palabra. El autor hace una declaración de su vocación por la palabra, vocación de la cual dan testimonio sus poemas, y también su ética ante la vida: entre los poetas con quienes compartió lecturas y tiempos, es común la opinión sobre su presencia reservada y sin embargo llena de conocimientos sólidos y profundos, su distancia de los ademanes de protagonismo y su certeza en el empleo del lenguaje. Leamos entonces el poema Palabra, para cerrar este pequeño comentario sobre el poeta Aurelio Arturo.
nos rodea la palabra
la oímos
la tocamos
su aroma nos circunda
palabra que decimos
y modelamos con la mano
fina y tosca
y que
forjamos
con el fuego de la sangre
y la suavidad de la piel de nuestras amadas
palabra omnipresente
con nosotros desde el alba
y aun antes
en el agua oscura del sueño
o en la edad de la que apenas salvamos
retazos de recuerdos
de espantos
de terribles ternuras
que va con nosotros
monólogo mudo
diálogo
la que ofrecemos a nuestros amigos
la que acuñamos
para el amor la queja
la lisonja
moneda de sol
o de plata
o moneda falsa
en ella nos miramos
para saber quiénes somos
nuestro oficio
y raza
refleja
nuestro yo
nuestra tribu
profundo espejo
y cuando es alegría y angustia
y los vastos cielos y el verde follaje
y la tierra que canta
entonces ese vuelo de palabras
es la poesía
El aljibe agrietado persevera,
polvo y azul, en este mediodía.
Los niños descendemos, y en su fondo
encontramos juguetes de hojalata,
un tapiz que se teje solo, pájaros.
Esto que es el pasado nos otorga
su rumor y misterio, y reiniciamos
largas navegaciones por su cielo.
Venga la muerte así, como ha venido
la infancia en un juguete; y encontremos
al bajar por la sombra a su floresta
Quizá la fábula sea la respuesta para el desconsuelo, para el dolor, pues el poeta no lo niega. Existe y es el más fuerte. Pero el desconsuelo sin divertimento es pura aridez, y la sola realidad una pócima, como afirma en el poema Muerte de Merlín:
Entre bosques el reino ha concluido.
No tiene sino puertas con herrumbre.
El sortilegio era falso, los encantadores
Yacen bajo el espino blanco.
Sin embargo –para quien pueda ver
A través de sus párpados de escarcha-,
Existe un rincón desconocido
Que brindan la constelación y la rosa.
Aquí el laurel no habita
Sino el veneno azulado de la mandrágora,
Y el tiempo guarda sus libélulas
Sea este el punto para tocar otro tema que atraviesa la poética de Quessep y es el tiempo. Ese tiempo que únicamente lleva a la muerte, como el aljibe de la infancia, se sabe inexorable, y no por querer cambiarlo, el poeta lo habita. Al contrario, es en el tiempo donde encontramos los seres de la fantasía, el amor, el polvo, la luz, la rosa. El poeta lo asume y además alerta a quien se demora en el encuentro:
La alondra y los alacranes
Acuérdate muchacha
Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás el canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Espérame desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Habitar el tiempo con la propia historia, que es la leyenda, y no negarle nada al mundo que se abre cuando nos asomamos al patio, al jardín, al silencio de la noche. Ese tiempo habitado por el deseo de belleza y de canto, es también habitado por la necesidad de entrar en gran relación con la muerte. Las imágenes de Quessep son muy ricas no sólo por el tono que le confieren a su poesía, sino porque señalan el camino de tal relación con la muerte. Como en la muerte hay leyenda, el poeta traza en el camino las señales que lo llevarán a sus ensueños. Y entonces:
Para hacerte a la música
Necesitas de todo, de los caminos grises,
de las hondas penumbras
o las luces del alba,
de pájaros que cantan aún en el silencio;
necesitas del cielo
y la hoja de otoño,
de unas manos vacías o el amor que no vuelve,
de la blancura de la nieve;
necesitas de todo para el sueño,
para hacerte a la música de los azules más distantes,
para que al fin tu alma
Todo esto que se necesita para morir, no es más que la muerte que hace parte de la vida, a la que el poeta nombra con tanta exigencia. Pero creo que además niega que sepamos. Por eso lo necesitamos todo, es que no sabemos, y sólo si buscamos el color y la música de la leyenda, estaremos en la vía de acceder a “la floresta magnífica”. ¿Pero en realidad se refiere al saber esto que se presenta como música, como polvo y como azul?
ROJAS HERAZO O EL HOMBRE
interrogarse a propósito de los muebles:
Ese tal ¿cómo estás?, ¿cómo me sientes?,
¿cómo se cuela el día?
¿qué tal sigue la flor de tus pulmones?
Me saludan, me abrazan, me deshacen,
se llevan mis mejillas y mi pelo,
me gastan y los gasto,
les estrujo el color, les sorbo sus olores,
nos cambiamos las glándulas de esquina,
pómulos por vitrinas y tacones,
nos chupamos los hombros y las manos,
alimentamos luces de anillos,
cuero de carteras.
Abrimos una puerta. El picaporte
nos pide las medidas.
El mundo caribe de donde procede Rojas Herazo es el mismo de donde procede su poesía, el hombre y la mujer que se miran y que él mira, las florestas, el aire, los animales y la luz. Alguna vez interrogado sobre los orígenes de su escritura, Rojas Herazo definió que escribía “desde un patio”, el patio de su infancia, el de las casas de la costa atlántica, donde adentro y afuera se conjugan y se confunden en su función de conectar el hombre al cosmos.
La casa entre los robles
A un ruido vago, a una sorpresa en los armarios,
La casa era más nuestra, buscaba nuestro aliento
Como el susto de un niño.
Por sobre los objetos era un dulce rumor,
Una espina, una mano,
Cruzando las alcobas y encendiendo su lumbre
Furtiva en los rincones.
El sonido de un hombre, el retrato,
El reflejo del aire sobre el pozo
Y el día con su firme venablo sobre el patio.
Más allá de las campanas, el humo de los cerros
Y en un dulce y liviano confín, entre la brisa,
El pájaro y el agua levemente cantando.
Todos allí presentes, hermano con hermana,
Mi madre y la cosecha,
El vaho de las bestias y el rumor de los frutos.
Adentro, el sacrificio filial de la madera
Sostenía la techumbre.
Una lluvia invisible mojaba nuestros pasos
De tiempo rumoroso, de fuerza,
Este fragmento nos da una imagen muy precisa del adentro y del afuera que se mezclan en la poesía de los patios, en la poesía de Rojas Herazo.
Habíamos dicho que un tema esencial en la poética de Rojas Herazo es el religioso. El hombre atravesado por el mito es una de las presencias más fuertes en toda la poesía y la novela de Héctor Rojas. Creyente, ateo o en la profunda duda, el hombre tiene que vérselas con su religiosidad como es, en el terror y en la esperanza, en la inconmensurabilidad de un mandato o en su despreciable simplicidad. El hombre debe verse como ese ser de barro que piensa a Dios, lo inventa, y lo perdona.
Las Ulceras de Adán
La bárbara inocencia,
los ojos indecisos y las manos,
el horror de vagar sin un delito.
Y él se golpeaba el pecho, se decía,
yo suspiro otra cosa, yo quisiera,
mientras Dios, en el viento, respiraba.
Lo inventó una mañana
(en esto consistió el privilegio)
y olfateó su terror, sus crímenes, su sueño.
Entonces conoció la alegría de no ser inocente.
Y se apiadó de Dios
Sea el final de este trabajo, el momento para hablar de una reflexión que me llega después del recorrido: quizá la imagen de la casa, en especial, de la Casa entre los robles que enmarca esta pequeña presentación, sea el símbolo de la búsqueda de un orden que no encontramos en la casa real que habitamos. Colombia sufre de desorden, de guerra, de falta de imaginación y de falta de palabra, y los poetas, con sus cuatro pilares de ironía, palabra, imaginación y nobleza nos han dado una en qué habitar. “En poema habita el hombre”, ha dicho Martin Heiddegger, en referencia al lenguaje que es necesario conocer, adquirir y dominar para alcanzar la humanidad; no basta con ocupar un espacio, casi ni siquiera basta con nombrar el territorio, si sobre él no se alza la casa del lenguaje, y no cualquier lenguaje, el lenguaje poético que implica trascender.
[1] Viaje con aventura. En Suenan timbres. Colección de poesía. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2004.
[2] En Suenan timbres. Op. Cit.
[3] El enigma. En Suenan timbres. Op. Cit.
[4] Cristología. En Suenan timbres. Op. Cit.
[5] Visiones del carajete. En Suenan timbres. Op. Cit.
[6] Aurelio Arturo: Morada al sur, Fernando Arbeláez, en Aurelio Arturo: Morada al sur y otros poemas. Edición de Santiago Mutis Durán. Procultura. Bogotá. 1986.
[11] Yerba. En Aurelio Arturo: Morada al sur. Op. Cit.
[14] En Libro del encantado. Op. Cit. Ver también Imaginación y oficio. Conversaciones con seis poetas colombianos. Bonnett, Piedad. Universidad de Antioquia. Medellín. 2003.
[17] Héctor Rojas Herazo. Jaramillo Agudelo, Darío. En García Usta, J. Visitas al patio de Celia. Medellín: Lealón. 1994.
[20] En Las úlceras de Adán. Héctor Rojas Herazo. Editorial Norma, Colección Poesía, Santafé de Bogotá. 1995.
2 comentarios:
Buen día sr. Vidales, soy Adriana Rodríguez, editora de Alfaguara Infantil y Juvenil en Colombia. Estoy interesada en comunicarme con usted a fin de solicitarle autorización para publicar en una antología de poesía colombiana para jóvenes, un poema "El gato" de Luis Vidales, en caso de que usted tenga los derechos sobre la obra del poeta. Reciba un cordial saludo.
Buen día, Adriana. Para antologías deicadas a niños y jóvenes, tiene usted mi aurorización para publicar los poemas de mi padre. Cordial saludo. Carlos Vidales.
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